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Testigos ocultos se mueve entre los géneros de denuncia social y thriller erótico siendo un reflejo de la sociedad argentina más marginal. Y para ello se utiliza un tema de vigente actualidad: el de las cámaras ocultas. Federico es un hombre de veinticinco años, adicto al alcohol y las drogas, mientras que Majo, de dieciocho años, aunque ejerce la prostitución conserva ciertos valores que, a pesar de todo, la sociedad no ha podido contaminar. Ambos son una pareja por conveniencia, situados en un entorno marginal de Buenos Aires, que se dedica a extorsionar a los empresarios que acuden al barrio porteño de la Constitución en busca de una prostituta. El negocio marcha bien, pero sus vidas se complican cuando en su camino se cruza Gerard, un empresario francés sobre el que pesan serias sospechas de participación activa en una secta, donde se practican los maltratos y la corrupción de menores. Majo es testigo de una ceremonia con todos los fieles, entre los que se encuentran niños. En ese ritual Majo es drogada. Pero desde dentro de su bolso, una cámara graba todo lo que allí sucede.
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