Los viejos ideales, las nuevas resignaciones
por Alejandro G.CalvoA sus 77 años Robert Redford es de los pocos cineastas/intérpretes que siguen en la brecha –no entraremos hablar de la magistral excepción que supone Don Manoel de Oliveira-, manteniendo constantes los signos y las formas que han definido su obra a lo largo de las últimas décadas, tanto como actor, como realizador (su debut tras la cámara, recordemos, fue con la oscarizada 'Gente corriente' en 1980). De ahí que su obra sea básicamente admirable aplicando una mirada nostálgica, casi melancólica. Y es que aún en vida es inevitable reconocerse a sí mismo en uno de los últimos actores vivos de la etapa dorada de Hollywood. Porque, seamos claros, el estatismo endémico con el que Redford ha abordado su obra como cineasta, lo acerca más a un autor almidonado de medio alcance –como José Luis Garci o Robert Guediguian en versión EEUU-, que a un "maverick" que sigue trazando su huella en el tiempo acuchillando granito con un mondadientes.
Quizás por ello Redford nunca ha firmado una obra maestra absoluta –lo más cerca que estuvo fue con 'Quiz Show (El dilema)', y ni así- y sí un montón de películas de indudable aroma clásico (y un progresista posicionamiento sociológico, vamos, que su cine es 100% socialista) donde el relato de espías ('Leones por corderos'), el drama histórico ('La conspiración') y la película-río de corte más literario ('El río de la vida'), son meros artificios genéricos que sirven para ahondar en el calado de la moraleja de su discurso. Dicho así parece que Redford adoctrine, lo cual no es cierto, él es un teje-cuentos oficioso, con olfato para las buenas historias o, al menos, con un mínimo gusto que salvaguarda la calidad de sus trabajos. Pero sí es cierto que la pasión que lleva al actor de 'La jauría humana' a seguir dirigiendo películas va mucho más allá del mero planteamiento estético. Para Redford el fondo cuenta más que la forma, aunque ésta pretenda seguir –consiguiéndolo sólo en parte- la máxima hawksiana (que en realidad viene de Balzac) de que la cámara ha de ser invisible, a nadie se le escapa el discurso moralizante que se esconde tras las imágenes.
Normal que sus películas, al final, acaben siendo más o menos significativas, en función de lo apropiado del mensaje encubierto. En el caso que nos ocupa, 'Pacto de silencio', adapta las formas del thriller de los setenta –pienso tanto en Sydney Pollack como en Allan J. Pakula, ambos dos viejos conocidos por Redford-, para elaborar un discurso bastante jugoso tanto sobre lo válido del terrorismo de bajo nivel –estudiantes armados que trataban de sacar a América de Vietnam en los sesenta- como de lo que representa para los ideales de juventud el madurar, formar una familia o tener que vivir siempre en la carretera con la mirada puesta en el retrovisor. Para ello Redford se rodea de un cast interminable –Shia Labeouf, Stanley Tucci, Julie Christie, Susan Sarandon, Nick Nolte, Chris Cooper, Brit Marling, Anna Kendrick, Terrence Howard, Sam Elliott, Brendan Gleeson, Richard Jenkins (arrrrr… cojo aire)- y se lanza como protagonista absoluto a la carrera: una huida hacia adelante donde buscará tanto hacer las paces con su pasado como poder construir un futuro para su hija.
Desde mi punto de vista las preguntas que plantea la película son de lo más interesante -¿se puede distinguir entre distintos niveles de terrorismo? ¿Lo intachable del valor ético de unos ideales puede venir acompañado de acciones violentas? ¿Implica la madurez tener que renunciar a los sueños de juventud? ¿Se consigue cambiar alguna vez alguna cosa, por pequeña que sea?- y, en esta ocasión, Redford consigue dotarlas de cierto dinamismo anacrónico. Aquí las imágenes no se asfixian por su tensión interna, simplemente se desmigajan paulatinamente –casi a modo de road movie-, cobrando mayor interés cuando remiten a un pasado imposible –la mirada nostálgica a la que me refería al principio aquí prácticamente estalla en el tête-a-tête Redford/Christie- que cuando tratan de buscar significado al futuro más cercano –el periodista al que da vida Labeouf, es de lo más naïf-. Acabaremos perdiendo, dice Redford, pero al menos salvaguardemos nuestra dignidad.
A favor: Qué ganas tengo de ver a Redford de villano en 'Capitán América: Soldado de invierno'.
En contra: Que la película baile entre el formato clásico y la TV movie de qualité.