Muy pocos directores son capaces de sonsacar la idiosincrasia, la naturaleza de una ciudad, uno y otra y otra vez. Y en cada una de ellas, ofrecer algo nuevo. Mostrando otra parte más de ese enorme caleidoscopio que es toda población, bien sea un pueblo, una ciudad o un país.
Woody Allen es Nueva York. Nueva York es Woody Allen.
En “Broadway Danny Rose” el neoyorkino nos ofrece cómo es el mundo del show business, pero desde el lado más humano y a la vez, desconocido. Allen retrata toda una serie de personajes que viven al margen de los focos, del famoseo y, por lo tanto, del reconocimiento. También es cierto de que Woody Allen hace uso de un humor negro para crear a dichos perdedores: un ventrílocuo tartamudo, un xilofonista ciego, etc. Y, por si fuera poco, estos “fracasados” están representados por Danny Rose (el propio Allen), un personaje en la línea del personaje representado por Allen otras de sus películas: irónico, inseguro, frágil, hipocondríaco, pero con una humanidad infinita. He de admitir que esto es una de las cosas que más me gusta del director. Su capacidad para entretener y hacer reír al espectador, plantear cuestiones de índole filosófica y metafísica; y sin embrago, llega a lo más hondo del alma humana. A lo más básico. Y ahí, sin lugar a dudas, llega a emocionar.
“Broadway Danny Rose” quizás no se encuentre entre sus películas más reconocidas o famosas, pero es una gran película. La fotografía en blanco y negro es deliciosa, cuidada hasta el milímetro. Véase el contraste entre aquellos espacios donde apenas hay fuentes de luz que iluminen la estancia y aquellas donde hay mucha luminosidad. Da igual. Todo está muy bien filmado. En cuanto al sonido, Allen se aleja de las clásicas melodías jazz de su filmografía para introducir tanto el music hall y la música de influencia italiana, que, a su vez, es coherente con los dos vértices narrativos de la película: el mundo del espectáculo y la mafia.
Esta última, otro elemento muchas veces asociado en el cine a la ciudad de Nueva York (en Scorsese especialmente) es tratado por Allen con mucha ironía, a modo de sátira. Y en esas aguas tan peligrosas, y más todavía actualmente em esta sociedad idiotizada por el “políticamente correcto”, Allen se mueve con absoluta soltura. No cae en el chiste o la gracia fácil, sino que va trabajando la parte cómica de la película a lo largo de los poco más de ochenta minutos. Obviamente, esto está intrínsecamente ligado al gran talento de Allen a la hora de escribir el guion, uno de sus puntos más fuertes y destacados en toda su filmografía.
Además, la película cuenta con una actuación sublime de Mia Farrow, llena de matices y de misterio. Resulta paradójico como, pese a llevar puestas durante casi toda la película unas enormes gafas de sol, Mia Farrow logra dibujar a un personaje tan completo. Por otro lado, los cómicos que se interpretan a sí mismos son de los personajes más interesantes en el sentido de que parece como si el propio Allen no les tuviese que haber dado ninguna indicación (salvo la del narrar la propia vida de Danny Rose). Absoluta soltura, y, sobre todo, verismo. Da la sensación de que se reúnen en dicha cafetería todos los días durante un par de horas a contarse historias mientras fuman y beben café. Y sobre todo, contando chistes.
Por lo tanto, “Broadway Danny Rose” es una película muy completa: tiene gracia, entretiene, te hace reflexionar... Y permítanme añadir un concepto a esta coyuntura:
ACEPTAR, PERDONAR Y AMAR.
(Parece fácil. Pero no lo es)