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    El mal ajeno
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    cine
    Un visitante
    3,0
    Publicada el 23 de agosto de 2011
    La herencia del Mal por Videns

    Cuando uno acude al cine con la antesala promocional de una película catalogada de thriller sobrenatural no sabe a que atenerse puesto que como espectador se tiene que establecer un pacto de ficcionalidad lo suficientemente sólido como para que no termine resultando ajeno ese mal que subyace en las manos del protagonista. Por lo que sólo cabe dos resultados: el renacimiento del espectador suicida o el creyente cinéfilo dispuesto a profesar la biblia que se le presenta.
    Entre tanto cine apocalíptico de los últimos años (y lo que vendrá por la fricción cada vez mayor entre fé y realidad), El mal ajeno nos invita a ahondar en la oscuridad de la naturaleza humana en un hombre de ciencia que inicia un camino paranormal hacia la fé.
    Diego es un médico acostumbrado a manejar situaciones límite que le han llevado a ser inmune ante el dolor descolgándose de su vida familia. Una noche recibe un disparo que conllevará el descubrimiento de algo más que un trágico hecho que le empujará a tomar una decisión irreversible.
    El mal ajeno estimula y entronca con el drama dibujado de los personajes del cine de M. Night Shyamalan con un tratamiento naturalista cercano al cine de su guionista -y también director- Daniel Sánchez Arévalo. Está dirigida por Oskar Santos que ha dirigido los cortos Torre (2000) y El soñador (2004), premiado en los Festivales de Sitges y Nueva York LaCinemaFe. Arropada por su productor Alejandro Amenábar, con una corta pero intensa carrera como director y guionista (Tesis, The others, Ágora).
    En definitiva, dejen que la imposición de manos cure cualquier atisbo de muerte prematura de una película que despierta la fé del espectador que busca sin necesidad de encontrar respuestas.
    McNulty
    McNulty

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    2,0
    Publicada el 11 de enero de 2011
    La praxis médica es una actividad compleja que conlleva un plus de responsabilidad que no tiene que ver únicamente con el aspecto físico o fisiológico del asunto. En el ámbito de la medicina es tan importante o más que lo físico la dimensión psicológica de la enfermedad, causa primordial o coadyuvante junto con los otros factores responsables de la mejoría y curación de la misma. La película de Óskar Santos está protagonizada por un esforzado Eduardo Noriega que da vida a un médico que ha cerrado todos su poros sensitivos al sufrimiento ajeno, a tal punto que ahora ni puede identificarse con el dolor de los demás, lo que le aísla emocionalmente de sus pacientes, pero tampoco experimentar ningún otro tipo de empatía de signo más positivo, lo que en términos prácticos le convierte en un hombre solitario y adusto que además arrastra su propio fracaso matrimonial, quizá como consecuencia de haber generalizado al terreno privado la misma forma ausente y aséptica de abordar los problemas cotidianos referidos a la convivencia de pareja. Pues bien, este galeno puesto a la defensiva del mundo se verá envuelto de pronto en una trama de corte fantástico al haberse cruzado por azar con un hombre desesperado que, tras descerrajarle un tiro en el pecho, acaba con su vida de la misma manera. A pesar de la gravedad de las heridas, el maltrecho doctor despierta milagrosamente en la sala de reanimación y nadie logra explicarse cómo ha podido suceder tal cosa sin minutos antes parecía encontrarse en una situación de extrema gravedad. A partir de ese instante se pone en marcha una trama capaz de mantener el suspense durante muy pocas secuencias, pues rápidamente el espectador avezado intuye el misterio que se esconde tras las curaciones milagrosas que comienzan a sucederse, y lo que es peor, comienza a ser consciente de las trampas lacrimógenas del dispositivo, diseminadas aquí y allá con el objetivo de tapar las carencias narrativas y reflexivas de la propuesta. Al final de la función el naufragio hipocrático es total y, como único punto salvable, solo se mantiene a flote la coherencia moral y existencial de la mujer del suicida, personaje clave sobre el que pivota el mensaje redentor y la misión sacrificial del médico. Prometía mucho más de lo que realmente da. No obstante, plantea temas que pueden animar cualquier postoperatorio.
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