Tras crear y producir algunas de las series televisivas más exitosas del nuevo siglo –"Felicity" (1998-2002), "Alias" (2001-2006), "Perdidos" (2004-2010) o "Fringe" (2008-2013)- y debutar con notable soltura en la dirección cinematográfica con "Mission: Impossible III" (2006), J.J. Abrams presentó oficialmente sus credenciales como nuevo ‘Rey Midas’ de Hollywood –o, dicho de otro modo, heredero legítimo del gran Steven Spielberg como talentoso genio del entertainment- cogiendo un concepto que olía a añejo y demodé y renovándolo por completo: su versión de "Star Trek" (2009) fue auténtico festival fílmico, una afortunadísima conjunción de ciencia-ficción, acción y aventura, un derroche de imaginación visual cubierto de un desprejuiciado y sarcástico sentido del humor que conseguía no sólo contentar a los más acérrimos fans de la serie original –los famosos trekkies o trekkers- , sino que rebasaba las expectativas de todo tipo de públicos aficionados al género, conocedores o no del universo creado hace ya más de cuatro décadas por Gene Roddenberry.
Aunque todo era conocido –el Enterprise, el capitán Kirk, el señor Spock, los romulanos, la Federación de Planetas- , a la vez todo era nuevo y original en aquél excelente libreto escrito a cuatro manos por Roberto Orzi y Alex Kurtzman. Por ello, y porque repetía el grueso del equipo técnico y artístico, esperaba mucho -¿quizá demasiado?- de esta anunciadísima secuela que llega a los cines poco después de que J.J. haya anunciado oficialmente que se pondrá a los mandos de la/s nueva/a entrega/s de "Star Wars". Dos elementos fundamentales son las grandes novedades de este "Star Trek: En la oscuridad". Un nuevo villano, bajo los rasgos del impresionante Benedict Cumberbatch –el Sherlock de la miniserie británica televisiva sobre el famoso detective de Baker Street- y un tercer guionista en la cuadrilla, el como poco controvertido Damon Lindelof –sus detractores le achacan el polémico final de "Lost" y las posibles trampas/lagunas en el guion de "Prometheus" (Ridley Scott, 2012)- .
Yo no sé si la culpa es de Lindelof, del propio Abrams –que quizá estuviera con la cabeza en otro sitio: aunque su fichaje por "Star Wars" sea relativamente reciente lo cierto es que ya hace varios años que se rumoreaba esta posibilidad- o de mí mismo y mis altas expectativas. Pero si, como digo, "Star Trek" era un dechado de originalidad y brillantez, esta continuación la he encontrado demasiado evidente, poco dada a la sorpresa, y, lo que es peor, sospechosamente parecida a "Star Trek II: La ira de Kahn" (Nicholas Meyer, 1982). Vamos, que a mí nadie me había dicho que iba a ir a ver un remake…
Debo reconocer que, objetivamente, "Star Trek: En la oscuridad" cumple con brillantez y solvencia a lo que se le puede pedir a un blockbuster estival: excelentes efectos especiales, buen ritmo narrativo, un malo memorable… pero su falta de humor -¿es cosa mía o la cinta se toma demasiado en serio a sí misma?- y sus demasiados parecidos no ya solo con el film de Meyer anteriormente citado, sino con multitud de films de aventuras fácilmente reconocibles –la película arranca con una huida a lo "En busca del Arca perdida" (Steven Spielberg, 1981) y una escena que parece un descarte del clímax de "Star Wars: Episodio III. La venganza de los Sith" (George Lucas, 2005) y a lo largo del metraje nos encontraremos con secuencias que nos recordarán desde "El retorno del jedi" (Richard Marquand, 1983) a "Total Recall" (Len Wiseman, 2012), pasando por "El padrino, parte III" (Francis Ford Coppola, 1990) o "Titanic" (James Cameron, 1997)- , que dejan una sensación algo agridulce, demasiado prefabricada, dejando en mera ilusión la brillantez de antaño. Vamos, que está bien, pero que se lo podían haber currado un poco más y no vivir tanto de las rentas…
Nos queda, eso sí, una impagable banda sonora a cargo de Michael Giacchino, capaz de combinar con sobresaliente efectividad temas épicos y vibrantes con otros más sutiles y minimalistas. Un maestro.
Recomendado para astroaventureros complacientes.