“Deadpool” (2016) llega por fin a la gran pantalla, embutido en licra roja y armado hasta los dientes, dispuesto a provocar, escandalizar y divertir al respetable. La Fox eligió a Tim Miller para que fuese el encargado de dirigir la adaptación a la gran pantalla del antihéroe más sinvergüenza del universo Marvel, ese bocazas incansable que siempre viste máscara pero nunca capa, pues aunque camine entre superhéroes, no es uno de ellos.
Lo cierto es que Deadpool ya hizo acto de presencia en “X-Men Origins: Wolverine” (2009) con una adaptación decepcionante que no respetó prácticamente nada del personaje original, pero Rayn Reynolds estaba convencido de que el chistoso justiciero merecía otra oportunidad protagonizando su propia historia por separado.
La Fox accedió a la propuesta aunque con alguna reticencia: el presupuesto de la peli es relativamente bajo en comparación con otras películas del género (el equivalente a lo que cuesta el catering en una película normal de X-Men, según el propio Ryan Reynolds) y la fecha de estreno se antoja algo discreta, demostrando la poca confianza que tenía el estudio en su producto.
Finalmente, tras una campaña de marketing espectacular, la película denota ser, desde los geniales títulos de crédito, un experimento, una apuesta arriesgada que resulta gamberra y algo cutre, mas siempre honesta y divertida, como su hilarante protagonista, Ryan Reynolds (no podía ser otro). Uno de los niños guapos de Hollywood es también uno de los más traviesos, y aquí lo demuestra encarnando a “Masacre” como si hubiese nacido para ello. Está en su salsa y lo disfruta, regodeándose en cada chiste y en cada pose chulesca, dotando al personaje de cómic de la personalidad fiel y tangible que necesitaba en su salto al cine en solitario.
El guion escrito por Rhett Reese y Paul Wernick (Zombieland, 2009) no parece inventar nada nuevo. Como viene siendo costumbre, se narran los orígenes de nuestro personaje y el arco evolutivo que sufre como consecuencia de su transformación, una mutación forzada como última alternativa para curar un cáncer. Lo que sí resulta novedoso es la manera en que se cuenta la historia, acudiendo constantemente a flashbacks que nos sitúan en perspectiva para lo que está ocurriendo en el presente, e irrumpiendo de manera brillante en el desgarro de la cuarta pared, con Deadpool hablándole directamente al público para explicar acontecimientos, hablar sobre sus sentimientos o simplemente para gastarnos una buena broma.
El nuevo género de comedia de superhéroes que originase “Ant-Man” (2015) parece asentarse ahora con mayor presencia en el mundo cinematográfico, pero eso sí, Deadpool no pretende ser para todos los públicos, ni educada, ni políticamente correcta, ni siquiera respeta a su propio estudio ni a los demás superhéroes, a los que critica y parodia. Es Deadpool, el maestro del desastre.