In the Navy
por Paula Arantzazu RuizEn el centenario de Universal, los míticos estudios de Hollywood atacan la pretemporada veraniega con este 'Battleship' de espíritu blockbuster e imágenes cargadas de ideología. La película, uno de los lanzamientos más importantes del año para el estudio, está basada muy libremente en el clásico juego de mesa 'Hundir la flota', de la compañía de juguetes Hasbro, que, como sucedía en la franquicia Transformers, ejerce de co-productor ejecutivo del filme. Pero, a diferencia de la saga de robots alienígenas, Peter Berg consigue que su 'Battleship' supere el estatus de catálogo de muñequitos mecánicos y se erija en un consistente publirreportaje sobre las bondades de pertenecer a la gran familia de la naviera estadounidense. No sólo eso. Confirma además que no hay nada más americano que una explosión a lo Michael Bay.
Si hubiera así que definir lo estadounidense como concepto, las poco más de dos horas de 'Battleship' son el resumen perfecto. Para empezar, la película tiene como enclaves desde donde zarpar dos acontecimientos bélicos que han sacudido el imaginario del país: Pearl Harbour y el 11-S. Si el primero se rememora a través del co-protagonismo conciliador con Japón, encarnado por uno de los mejores y más populares actores nipones, Tadanobu Asano, el segundo aparece cuando una de las naves alienígenas que pretenden tomar la Tierra colisiona contra un satélite y sus restos alcanzan varios edificios de Hong Kong, provocando un desplome y un caos semejante al del fatídico once de septiembre de 2011. Como sucedió en esas dos fechas, Estados Unidos es aquí atacada por un agente exterior y ajeno. Entonces fueron los japoneses y Al-Qaeda, en 'Battleship', se recurre a la sempiterna representación del otro: lo alienígena.
El enemigo y los golpes del pasado son, pues, dos elementos que cimientan el relato de 'Battleship', sobre los que se desarrolla asimismo la arquetípica historia de superación de un joven con talento demasiado disperso, enamorado del modelo despampanante de rubia americana (Brooklyn Decker, conocida por las curvas que se gasta en las portadas de 'Sports Illustrated'), cuyo padre, por supuesto, es el superior del protagonista en el cuerpo de la marina. Una narración, como se ve, cien por cien estereotipada cuya función simbólica en la misión propagandística del filme es tan obvia como eficaz. Al final, lo que consigue el largometraje y la retahíla de explosiones que desfilan en pantalla es recordarnos, para bien o para mal, que vivimos instalados en una cultura de la guerra y que el enemigo, sea quien sea, está esperándonos allá afuera.
Lo mejor: Tadanobu Asano, elegante incluso después de acabar con una tropa de destructores alienígenas mecánicos. Mención especial a Peter Berg, que consigue que más de dos horas de película pasen tan rápidas como un chasquido.
Lo peor: El tono de publirreportaje de algunas tomas. El fulminante final, de trazo demasiado grueso y rancio con unos personajes que, por si el guionista no se ha dado todavía cuenta, acaban de salvar el mundo.