Bienvenidos al alcatraz noruego, donde una vez dentro ya es casi imposible salir. Y es que este largometraje es como una de esas islas prisión, te mantiene atento a la pantalla pero en ciertos momentos debido a su lentitud, tu mente busca una evasión, una distracción. Sabes que es un polvorín a punto de estallar en algún momento y estás pendiente de haber cuando ocurre. Y cuando eso ocurre la película gana enteros, disfrutas cuando los malos reciben su castigo ejemplar, disfrutas cuando el protagonista consigue salirse con la suya, por qué es lo que estás esperando desde que te pusiste a verla. Otro acierto de la película es la banda sonora, que consigue trasmitirte rabia, impotencia, tristeza y euforia. El final quizás nos deje un poco fríos, pero después de tanta nieve y tanto hielo, recordar que estamos en Noruega.