Vivimos tiempos extraños, o tal vez no tanto, puesto que si bien el fenómeno de las redes sociales se nos aparece como algo nimbado con un aura de indiscutible novedad, no es menos cierto que su estudio sociológico y psicosocial data de hace bastantes años, aunque sea obligado reconocer el impulso actual detectable en muchos estudios específicos sobre el tema. Tengámoslo claro desde el principio: La Red Social, la película, es una obra que aborda de forma transversal el fenómeno de las redes sociales al haber decidido deliberadamente analizar por menudo los orígenes de “Facebook”, la web que ha transmutado el constructo en visible realidad tecnológica. Y es en esa dinámica, al asistir a su origen causal, azaroso, necesario e incierto al mismo tiempo, surgido de la imaginación de una mente privilegiada para la informática bajo la coraza de una personalidad inmadura con detectables carencias emocionales, donde la última cinta de David Fincher va desplegando todo su poder de sugerencia a través de un discurso sin subrayados, sin apelar a innecesarias digresiones, como pasando tangencialmente sobre una estructura que paradójicamente quedaría perfectamente retratada al haberse abordado de una forma más indirecta o sutil. Y funciona a las mil maravillas, porque además de versar sobre la génesis del prodigio que ha revolucionado el mundo de Internet en muchos aspectos referidos a la posibilidad de establecer contactos sociales, “La red social” resulta también mucho más universal en la medida en que sabe y logra abordar con acierto temas tan importantes como el poder, la ambición, los finos hilos que sujetan la amistad, la traición a los propios sueños, la dolorosa soledad del proceso creativo así como los efectos productivos y perversos al mismo tiempo de una cierta incapacidad de comunicación a nivel emocional, y, en un plano absolutamente desmitificador, la azarosa “serendipia” alimentada por numerosos afluentes reticularmente conectados y constituida en factor clave de muchos avances tecnológicos que solemos atribuir exclusivamente a la inspiración individual, representada en este caso por el talentoso Mark Zuckerberg, un personaje a quien da vida un estupendo Jesse Eisenberg y que sin duda resulta tan antipático y desabrido como genial y fascinante. Así que, para ir resumiendo, es seguro que nos encontramos frente un David Fincher pletórico en perfecta sintonía con el afinadísimo libreto de Aaron Sorkin (creador de “El ala oeste de la Casa Blanca”), sin alardes, con el foco perfectamente aplicado sobre la gestación poliédrica de un artefacto considerado efecto de unos tiempos marcados por la vida digital en la red, pero que a la vez se transmuta en causa de una determinada forma de existencia virtual en red, condicionando nuevos modos relacionales y haciendo visibles estructuras de interconexión que suelen determinar nuestras elecciones y conductas mucho más de lo que estaríamos dispuestos a admitir. La ciencia nos dice que hasta el tercer nivel de amigos (amigos de amigos de nuestros amigos) somos sorprendentemente influenciables en actitudes y conductas que nos siguen pareciendo indiscutiblemente propias. Ahora, cuando la malla de bits nos lanza a una media de 150 amigos por persona registrada dentro de una compleja arquitectura capaz de atrapar nuestros intereses, desvelar abierta o encubiertamente algunos de nuestros secretos, y jugar con los deseos y máscaras de nuestras identidades, reales o soñadas, mediante un laberinto de seductores espejos multiplicadores de imágenes, habría que preguntarse en qué niveles de influencia nos movemos y hasta qué punto ya estamos siendo condicionados en nuestra vida diaria por entes completamente desconocidos que colonizan los sentimientos en que solemos basar nuestras decisiones. Pero, ¿y si después de todo nada pudiera salvarnos de nuestra, en el fondo, inquebrantable soledad tal y como nos sugiere la compulsiva recarga de la página a la espera de una respuesta a la que otorgaríamos la mágica capacidad de salvarnos? Preguntas todas ellas sin respuesta fácil y que el espectador avezado o simplemente interesado en estas cuestiones no podrá dejar de plantearse tras haber disfrutado de esta notabilísima película, una de las mejores del pasado 2010. Apasionante.