“Psicosis” inicia con una historia aparentemente anecdótica, notablemente guionizada por Joseph Stefano, sobre una bella pero frustrada secretaria de una inmobiliaria, que decide robar los USD 40 mil que su jefe le encarga depositar en el banco. Con una de las escenas más sugerentes en cuanto a sexualidad de esa época. El director presenta a una pareja que debe verse a escondidas constantemente, él porque aún está inmerso en el divorcio con su esposa, y ella paciente de que todo termine para que puedan estar juntos sin temor a ser descubiertos. Stefano y Hitchcock proponen, entonces, una relación prohibida que da sustento inicial a todo el entuerto criminal y trágico que vendrá luego, en uno de los principales cambios respecto a la novela, en donde se exponía solamente la amistad de Marion y Sam. Por otra parte, por supuesto que el robo se concretará con la típica ingenuidad narrativa de esa época, pero el espectador puede simpatizar con la desgraciada rubia que sólo quiere ser feliz y toma la oportunidad que se le presenta.
No obstante, como la gran mayoría de los films de su época, no puede evitar caer en el análisis moralista, aunque en honor a la verdad Hitchcock, fiel a su estilo sarcástico, lo haga en la forma más irónica en que el destino pueda concretarse. Y así, el espectador podrá abordar la moral de los personajes desde diferentes perspectivas, por ejemplo, desde una perspectiva condenatoria a Marion Crane, que mantiene un romance clandestino con un hombre casado y roba dinero a su jefe. O de una forma más empática, dado que su superior evade impuestos y trafica alcohol, y no muestra mayor empatía con Marion a pesar de llevar diez años trabajando en su inmobiliaria. Sea como sea, su mortal encuentro con Norman Bates podría, entonces, interpretarse como un ajuste de cuentas, o de plano una lamentable y trágica concreción del destino de una mujer que deja que la frustración le haga tomar malas decisiones.
Alfred Hitchcock construye con una profundidad pocas veces vista antes un Norman Bates realmente complejo. Detrás de una timidez realmente conmovedora, y hasta desesperante, se esconde una mente realmente perturbada, en la que desfilan diferentes sentimientos como el tabú del deseo incestuoso, los celos en una enfermiza relación maternal, la sustitución de la presencia y el afecto entre Norman y su madre, la necesidad de liberar el instinto violento y homicida, el miedo a la libertad versus el confort del cuidado maternal. Realmente, es un personaje escalofriante. Y es espeluznante porque, como sabemos, se basa en la perturbada psique de "Ed Gain" y su difícil y enfermiza relación con su madre, una fanática religiosa que inculcó a su hijo una visión despreciativa del resto de las mujeres, no así de su propia figura, generando en Gein un degenerado sentimiento de atracción y dependencia por ella, que superó incluso la muerte de la propia Norma Bates. Sin embargo, la escena más emblemática del film es, por lejos, la del asesinato de Marion Crane en la ducha, copiada y parodiada hasta el cansancio a través de los años. Aunque no hubiese pasado a la posteridad si no hubiese incluido la icónica música de Bernard Hermann, en donde violines, violas y violonchelos confluyen para un movimiento crudo, dramático y estruendoso, que ha servido de sample para muchas películas de suspenso y terror hasta la fecha.
Las actuaciones son inmejorables, Anthony Perkins está impecable, en el que sería el papel de su vida. Encarnaría exitosamente al perturbado Norman Bates que, como bien en el epílogo Hitchcock reflexiona, “no mataría ni una mosca”. Tímido, taciturno e inteligente, Norman Bates es el prototipo de asesino en serie del cual la sociedad nunca puede estar realmente cierta en que momento atacará y por qué razón. Janet Leigh, una de las actrices rubias que tanto obsesionaban a Hitchcock, encarnaría a una mujer sencilla, bella y contrariada por su constante frustración laboral y sentimental. La incomodidad que su personaje destila con cada uno de los personajes masculinos que se le cruzan, su amante, su jefe, el policía, el vendedor de vehículos y el propio Bates dan cuenta de una mujer que se sienten constantemente cuestionada y perseguida, nunca segura, siempre escapando. El reparto lo completaron de forma eficiente, John Gavin como Lila Crane, hermana de Marion. Martin Balsam que hace del detective Milton Arbogast. Y John McIntire como el sheriff Al Chambers. Están bastante correctos.
En definitiva, uno de los clásicos de culto más míticos de la historia del cine, piedra angular del suspenso y el thriller psicológico. La película más emblemática y exitosa de Alfred Hitchcock. Que manera de contar una historia sin la necesidad de largos, complejos y enrevesados diálogos. Que manera de hacer esa historia interesantisima, sin tener que dar giros innecesarios y sin sentido a un guión. Que manera de aterrarnos sin la necesidad de enseñarnos vísceras, motosierras, bichos de otro planeta, etc. Que manera de asombrarnos sin recurrir a grandes efectos especiales o espectaculares trucos visuales. Que manera de ponernos los pelos de punta sin espíritus, brujas o zombies de por medio. Que manera de impactar y hacerle sentir al espectador todas y cada una de las puñaladas, sin necesidad de enseñarnos ni una sola de ellas. Que manera de aterrorizar, emocionar, impactar, fascinar, de transmitir tanto con tan poco.