Isaac Davis, un neoyorquino de mediana edad tiene un trabajo que odia, una novia de 17 años a la que no ama y una ex esposa lesbiana a la que desearía estrangular, porque está escribiendo un libro en el que cuenta las intimidades de su matrimonio. Cuando conoce a Mary, la sexy y snob amante de su mejor amigo, se enamora perdidamente de ella. La idea de dejar a su novia, acostarse con Mary y abandonar su trabajo supone para él el comienzo de una nueva vida.
La película inicia de forma soberbia, uno de los mejores inicios jamás vistos, en unos pocos minutos acompañados de la música de Gershwin, un blanco y negro que rezuma vitalismo, en pocos minutos nos regala una fotografía sumamente artística y poética que no va a descansar en ningún momento a lo largo del film. Una carta de amor hacia la ciudad la cual es un personaje más. Hábil manejo de la profundidad de campo, una iluminación preciosa, planos secuencia brutales y unos encuadres y planos estupendos. La fotografía es impecable. La escena del museo de astronomía, andando bajo la luz de una luna artificial techada con estrellas, ese clasicismo acompañado de un diálogo profundo e intenso, es precioso.
Y lo dicho, los diálogos son brillantes, Woody Allen siempre acostumbra a guiones brutales, hiper-realistas y tremendamente satíricos. "No me trago el humo porque provoca cáncer, pero me siento tan sexy fumando un cigarro". "Solo te rodeas de genios, deberías rodearte de gente estúpida, igual así aprendes algo nuevo". "Ya no podré darle tanto dinero a mi padre, perderá su sitio en la sinagoga, deberá sentarse más atrás y eso significa estar más lejos de Dios". Podría seguir y seguir, un recital de ideas y donde deja por los suelos a esa "burguesía" intelectual neoyorquina. En Manhattan nadie está contento con lo que tienen, esa ambición o necesidad no les deja apreciar su coche, su apartamento, o la persona que tienen al lado en la cama, nunca nada es lo suficientemente perfecto para ellos. Deambulando de museo en museo, de teatro en teatro, pueden mantener conversaciones atípicas y recitar miles de datos inservibles, son moribundos intelectuales que se autodestruyen a sí mismos. Ninguno sabe su futuro profesional, pero sí que tienen su moral bien definida, ninguno sabe con quien van a amanecer mañana pero te argumentan el por qué de lo malo del cine de Bergman, pueden ver amor en una escultura pero no dentro de sus corazones. Y como dice el propio Woody Allen, el cerebro es quizás el órgano más sobrevalorado, soberbio.
Partiendo de estos personajes narcisistas, superiores intelectualmente a los demás, vemos al personaje de Mariel Hemingway, una joven de 17 años tratada como una cría durante toda la película, pero quien es la única que sabe lo que quiere ante los caprichosos cuarentones. Una persona que rezuma pureza y lealtad, valores honestos que no salen del cerebro sino del corazón. "Quien se sabe profundo, se esfuerza por ser claro; quien desea parecer profundo a la gran masa, se esfuerza por ser oscuro. Pues la gran masa considera profundo todo aquello cuyo fondo no puede ver: tan temerosa y tan poco le gusta entrar en el agua." decia Nietzsche en 'La Gaya Ciencia'. El amor es un fenómeno muy complejo pero muy fácil de expresar, incomprendido por la alta clase neoyorquina ante la pureza de la joven quien sí comprende lo que es amar de verdad, sin artificios ni complejos.
No tiene doble moral ni un giro inesperado. Woody Allen corre durante calles y avenidas al final de la película en busca de la joven tras haberse dado cuenta de su error. Él jadeando, quiere que ella aprecie que ha venido corriendo hasta ahí, piensa que eso es sacrificarse por amor, correr unas cuantas manzanas, pero no puede soportar la idea de que ella se vaya 6 meses, le implora que se quede después de haberla convencido de que se marche. En una secuencia la joven, que durante toda la obra ha sido la única que sabe qué quiere y a quién quiere, da una lección de principios a todo el egocéntrico universo de Manhattan.
Una obra maestra desde la fotografía hasta el guión, profundo, existencial, poético, lleno de referencias... Woody Allen señoras y señores, solo queda apretar los labios, inclinar la cabeza, suspirar por la nariz, y aplaudir.