Apagón analógico
por Xavi Sánchez PonsHabemus nuevo Jaume Collet-Serra. Sí, como el catalán en la divertida y reivindicable La casa de acera, F. Javier Gutiérrez se estrena en los Estados Unidos con una película de terror rodada con oficio que apunta maneras. Una cinta de encargo que el director cordobés salva gracias a una formulación visual contenida y sobria, que se aleja del terror mainstream más trillado (el de la saga Ouija y similares). Cierto es que Collet-Serra, a diferencia de Gutiérrez (chequeen con urgencia su debut, el espléndido survival sureño de ciencia ficción 7 días), inició su andadura directamente en Hollywood sin pasar por el cine español, pero ambos han emigrado y se han instalado con éxito en Norteamérica, se han atrevido con el cine de género, y han aprobado con buena nota cuando han decidido ponerse el traje de artesano. Esto último es lo que hace el director de 7 días en Rings, tercera parte del 'reboot' yanqui de la famosa saga de terror de origen japonés. La nueva aventura de Samara Morgan y la maldición que se transmite a través de una grabación de video, no dinamita las constantes del universo The Ring ni tampoco pretende revolucionar el género, pero sí que ofrece un entretenimiento de terror digno, aportando una serie de ideas que insuflan algo de frescura a la saga.
En esencia, Rings es una historia de miedo clásica (como lo era la original japonesa). Casi no hay jump scares y la acción se cuece a fuego lento al estilo del Lucio Fulci de Manhattan Baby. Es más, en su segundo tramo es casi un 'american gothic' de manual, con ese guardián del cementerio, un ciego (interpretado por un excelente Vincent D'Onofrio) conocedor de un secreto inconfesable que nadie quiere desvelar salvo los dos jóvenes protagonistas víctimas de la maldición de Samara.
Sobre las novedades que plantea en relación con las otras dos entregas americanas, la principal es la siguiente: aquí el video solo se transmite en formato VHS en los primeros compases del filme. Pronto es digitalizado por un atípico mad doctor, un profesor universitario (Johnny Galecki de The Big Bang Theory) que, en una de las ideas más locas de Rings, dirige un centro de investigación del fenómeno y maldición de Samara Morgan que pretende demostrar científicamente la existencia de la vida tras la muerte. La película de Gutiérrez presenta también diversos guiños leídos al fantastique cinematográfico y literario de culto. La secuencia inicial en el avión remite al Richard Matheson de Pesadilla a veinte mil pies, y la fotografía, más que al primer The Ring, recuerda, por esos tonos apagados y azulados, a la que Kiyoshi Kurosawa utilizó para Pulse (Kairo), cima del terror y sci-fi japoneses de la década pasada.
Lo dicho, Rings no inventa la rueda ni tampoco utiliza la leyenda urbana de la cinta de video que mata para realizar un comentario sobre cómo se consumen y transmiten actualmente las historias de terror y que efecto tienen estas sobre las personas. Ahora bien, cumple su función con solvencia: una película de sustos competente y palomitera de consumo adolescente que, además, nos devuelve a un F. Javier Gutiérrez en forma tras nueve años en Los Angeles batallando en la jungla hollywoodiana.
A favor: el retorno a los ruedos y la sobria dirección de F. Javier Gutiérrez.
En contra: que la película sea más un brainstorming resultón que un conjunto bien hilvanado de ideas.