Dos en la carretera
por Xavi Sánchez PonsHa nacido una estrella se inicia con un rockero famoso que toma alcohol y barbitúricos antes de salir al escenario y con una camarera, futura estrella del pop, que sube la cuesta de un callejón oscuro de Los Angeles. Estas dos escenas sin diálogos, que explican con lucidez y con economía narrativa lo que veremos después, resumen en pocos minutos el espíritu negro y desesperanzado de un filme que muestra, sin tapujos, la cara más amarga del show business. Es más, son dos secuencias que confirman el buen hacer de Bradley Cooper tras las cámaras, que, en su debut como director, se convierte en uno de esos artesanos con fuste del viejo Hollywood. En Ha nacido una estrella, Cooper consigue actualizar con éxito la historia que David O. Selznick y William A. Wellman llevaron por primera vez al cine en 1937 y que luego conoció un par de versiones más.
Cooper, que también es coautor del guion y se reserva el papel de co-protagonista, un rockero torturado (una especie de trasunto sureño y suicida de Eddie Vedder) que ve una oportunidad de salvación en la pureza de una cantante de clase obrera (una espléndida Lady Gaga), da nueva vida a la creación original de Selznick y Wellman. Y lo hace aumentando el tono sombrío y poniendo el dedo en la llaga, mostrando las cloacas del negocio musical
La química entre los personajes de Cooper y Gaga es casi sobrenatural, y ofrece una primera hora llena de complicidad y ternura (el candor prodigioso y casi real de la primera noche que pasan juntos) apoyada en una formulación visual sólida; el elegante travelling que muestra a Gaga, ya convertida en una estrella, mirando su rostro en una pantalla gigante mientras toca acompañada de su amante y mentor. La segunda hora de Ha nacido una estrella no es tan redonda, pero se mueve con acierto entre la épica del salto a la fama de la cantante que interpreta Lady Gaga –y la pérdida de la inocencia y la pureza que eso le conlleva- y el descenso a los infiernos del rockero torturado de Bradley Cooper –herido de muerte por la corrupción de su pareja sentimental y alumna-. En una de las escenas más duras de la película, el actor que pone cara al hermano de Cooper, un excelente y oscarizable Sam Elliott, le explica a Lady Gaga que la historia, a veces trágica, de las estrellas del rock que tienen el don de conectar con el público siempre es la misma. Y eso es lo que consigue explicar Ha nacido una estrella con una ejemplaridad moral y con una puesta en escena sorprendentemente robustas.