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    El apocalipsis según Lars

    por Manuel Yáñez

    Los defensores de 'Melancholia', el "melodrama de ciencia ficción apocalíptica"de Lars von Trier, se marcarían un tanto si defendieran la nueva película del enfantterrible del cine mundial como un filme más conceptual que narrativo. Hay algoincuestionablemente subyugante, tanto a nivel sensorial como intelectual, en algunosde los hallazgos que pueden encontrarse disgregados por 'Melancholia', la mayoríaconcentrados en su preludio y en su segunda mitad (como siempre, Lars y su universoepisódico). En su rimbombante y pirotécnica intro, una reedición mejorada delesteticista arranque de 'Anticristo', von Trier elabora una vistosa micro-pieza de video-arte (cabría pensar en Bill Viola) que aúna toda la soberbia de su cine en cámara super-lenta. Los personajes de la función se presentan ante el público flotando en una seriede tableaux vivants que reproducen un mundo abocado a la destrucción. El escenarioes una villa señorial cuyo jardín y disposición arquitectónica recuerda a la de 'Elaño pasado en Marienbad', de Alain Resnais, aunque la clave del asunto está en lacombinación del tema (el desangelado fin del mundo) y la banda sonora, en la quefiguran las notas del preludio de 'Tristán e Isolda', la ópera de Wagner. Y es que en elcorazón de 'Melancholia' encontramos una invocación de los componentes trágicos delromanticismo alemán. Von Trier se recrea en el juego referencial, pero el problema esque más que un diálogo o una reflexión sobre las herencias artísticas, la cita parece másuna eficaz coartada cultural, como podía ser la dedicatoria a Andrei Tarkovski al finalde 'Anticristo'.

    En 'Melancholia', von Trier encuentra un nuevo y epatante filón en el cruce delApocalipsis con su particular interpretación de la melancolía, entendida como un cruceentre fatalismo y depresión. Dos conceptos que actúan como motor subyacente deldíptico central del filme, que versa sobre las miserias de la vida burguesa y la sinrazónde la existencia humana. El primer episodio, titulado "Justine" (nombre del personajeal que da vida una inspirada y abatida Kirsten Dunst), parece un remake edulcoradode 'Celebración', de Thomas Vinterberg, la película danesa que inauguró, junto a 'Losidiotas', del propio von Trier, el movimiento Dogma 95. Aunque en este caso no secelebra un aniversario, sino una boda en la que la novia (Dunst) va sucumbiendo ante labanalidad de los rituales que marcan el festejo.

    En una película mermada por la falta de nervio, esta primera mitad se corona como lamás insustancial del conjunto. Por momentos, la sombra de 'El ángel exterminador', deLuís Buñuel, parece dibujarse en el horizonte de esta reunión de patéticas criaturas, peroLars solventa la cuestión con una retahíla de viñetas tan deslavazadas como marcadaspor un inofensivo naturalismo. Algunos de los personajes de esta hipócrita foto defamilia, como los de Charlotte Rampling o John Hurt, quedan reducidos a la condiciónde caricaturas sólo esbozadas. Además, la cámara en mano de Von Trier parece haberperdido agresividad y poder de corrosión: su puesta en escena no es capaz de violentarel relato como en los tiempos de 'Rompiendo las olas' o 'Bailar en la oscuridad'. Lo dicho, el director de ‘Europa' demuestra tal fijación en los conceptos que parece desatender el curso de la narración.

    En su segunda mitad, la película deja atrás la estructura coral y se concentra en el dramafraternal entre la deprimida Justine (Dunst) y la maternal Claire (una notable CharlotteGainsbourg). Aquí, von Trier parece retomar las riendas del relato, afincándose enuna acepción existencialista del más puro cine de catástrofes. Ante la inminencia delfin, la película va ganando en carga atmosférica y la desesperación de Claire ofreceal espectador un punto de apoyo emocional, una puerta abierta a la identificacióny la catarsis. Por el camino, von Trier planta otra semilla conceptual; una deliciosadigresión en la que Justine, desnuda, sumida en una hipnótica entrega al desastre,certifica su romance fatale con el planeta 'Melancholia'. A partir de este punto, lapelícula se vuelve más visceral, más viva, pero al mismo tiempo revela la simplicidadde sus tesis. "La vida en la tierra representa el mal", afirma Lars a través de los labiosde Justine. Y no hay mucho más que añadir. Lars impone su ley: la potencia delconcepto, la estridencia de los argumentos, el paraguas "artístico", el talento visual y laaniquilación del misterio.

    A favor: La portentosa recta final del filme.

    En contra: El simplismo con el que se presentan y desarrollan sus tesis.

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