Con cuernos y a lo loco
por Xavi Sánchez PonsLa llama de Alexandre Aja como héroe del cine de terror moderno se viene apagando progresivamente desde que su talento brillara con fuerza en el notable pero tramposo neo-slasher Alta Tensión y la extraordinaria relectura de Las colinas tienen ojos (su mejor película); filmes que le convirtieron en un maestro del survival, del horror más físico, ultraviolento y brutal. Tras esas cimas personales el director galo entregó dos remakes/reboots, la decepcionante Reflejos, y ese divertimento gore que fue Piraña 3D, película, esta última, en el que recuperó parte del mojo perdido. Esa sensación de volver a ir por el buen camino también está presente en Horns, un atípico relato fantastique con guiños al terror sobrenatural que sin encontrarse entre lo mejor del francés, si contiene detalles que lo hacen disfrutable.
Mezcla de géneros y de referentes rabiosamente pop, aquí hay trazos de Twin Peaks, del whodunit clásico, del american gothic más verbenero (Los chicos del maíz) y el terror direct to video, Horns viene a ser una extraña monster movie que acaba convirtiéndose en su último tramo en una historia de venganza de ultratumba. El monstruo aquí es el joven cornudo interpretado con tino por el eterno adolescente Daniel Radcliffe, el yerno soñado por todas las madres hasta que su vida entra en desgracia al convertirse en el principal sospechoso de asesinar y violar a su novia (June Temple). La película, que parte de una novela original de Joe Hill, presenta el elemento fantástico desde los primeros minutos en el relato de forma natural, casi costumbrista; Radcliffe acudiendo a su médico de cabecera para consultar sobre sus dos nuevas astas, la cornamenta de la vergüenza, ¿quizás la representación física del terrible crimen? Ese defecto convierte a su protagonista en una especie de oráculo –confesor que hace aflorar los instintos más bajos de sus vecinos (una de las argucias de guión más divertidas del filme) cuando gozan de su compañía.
Ante tan alocado punto de partida y a un desarrollo posterior tan o más inverosímil -cierto que es material fantastique y eso permite licencias, pero hay que mantener la verosimilitud para evitar caer en el todo vale-, Aja toma la sabia decisión de no tomarse muy en serio el material que tiene entre manos. El cineasta galo se deja llevar por la ensalada genérica, se apunta sanamente al esperpento grandguignolesco -el relato alucinado de la gente del pueblo-, intenta dotar de coherencia al conjunto echando mano de su probada eficacia a la hora de adaptar material ajeno, y se lo pasa bien tras las cámaras -la película siempre apuesta por el humor negro, macabro-, confiando en que el espectador lo note y acabe decidiendo unirse a la fiesta. La verdad es que lo consigue a ratos, sobre todo cuando aflora su verdadera personalidad como director, con esos guiños al gore de verbena y al terror físico marca de la casa en un tramo final notable.
A favor: sus salidas de tono gore
En contra: es una película que no deja huella