I want to believe
Un año antes de que “El proyecto de la bruja de Blair” pusiese de moda nuevamente el found footage, Dean Alioto estrenaba en televisión “Alien abduction: Incident in Lake County (The McPherson Tape)” –“Extrañas criaturas” en España-, una modesta propuesta que traía la invasión extraterrestre al seno de una modélica familia americana en pleno Acción de Gracias, en la que sería una de las muchas referencias de las “Señales” de Shyamalan. Ya entonces, aquel realizador jugaba con las bases que popularizarían el tándem formado por Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, convirtiendo el producto en carne del sensacionalismo gracias a una inteligente campaña de marketing, llegando a creer muchos telespectadores que lo que veían era real.
Ahora, a medio camino entre el mockumentary y el mismísimo recurso del tan manido material encontrado –más lo segundo que lo primero-, llega “Área 51”, una película que vuelve a explorar la temática extraterrestre siguiendo a un grupo de adolescentes que, tras el contacto con seres de otro mundo, deciden adentrarse en pleno desierto de Nevada en busca de las míticas instalaciones del gobierno estadounidense, centro de las leyendas urbanas conspiratorias por excelencia.
No hablaríamos hoy en día de este film si no fuera porque, precisamente, tras la cámara se encuentra el cineasta que rentabilizó definitivamente el found footage con la saga “Paranormal Activity”, verdadera culpable de que hoy en día lleguemos a ver hasta una decena de títulos que utilizan este forma de hacer cine, pues nos dejó claro que cualquiera podía rodar una película siempre que tuviese una cámara a mano. Y lo cierto es que en este segundo trabajo, Oren Peli demuestra que domina el sobreexplotado subgénero a la perfección, manejando con soltura determinados momentos de tensión, si bien estamos más ante una película de ciencia-ficción y suspense que de terror, y sin nada de música ni cambios de plano imposibles.
Sin embargo, si de algo adolece “Área 51” es de un guión férreo que sepa hacia dónde quiere ir. Tarda una barbaridad en entrar en materia, y cuando lo hace, durante su última media hora, ofrece una serie de ideas y pistas interesantes más propias del comienzo de una nueva franquicia que de un proyecto perfectamente cerrado y engrasado. Todo parece más bien fruto de una gestación, rodaje y postproducción caóticos, los mismos que hicieron que su anterior obra tardase años en estrenarse en salas comerciales, y las mismas que han hecho que este nuevo trabajo haya tardado cuatro años en poder ser visto. Gracias básicamente a que su productor, Jason Blum, ha decidido sacarlo de una vez tras muchos retrasos. Y la sensación que queda es esa, de material más inacabado que finalmente encontrado, pero sobre todo, lo peor de ella es que se ve sin más, sin ofrecerte nada remarcable dentro del cine de conspiraciones alienígenas y gubernamentales. Para eso ya estaban Mulder y Scully. Incluso aquel sencillo pero ingenioso producto televisivo a recuperar. En ellos “I want to believe”.
A favor: se deja ver, sin más, y el found footage está bien usado
En contra: el guión tarda en arrancar y no aporta nada remarcable al género