Fórmula no tan Midas
por Paula Arantzazu RuizDe entrada, la película nos suena: guapa chica adolescente descubre un vínculo con el mundo sobrenatural que la llevará a dejar atrás los resquicios de su infancia para transformarse en una mujer más o menos adulta, más poderosa sin duda. No hay que alarmarse si sabemos, a priori, que ya hemos visto esto antes: ese relato de iniciación forma parte de lo que Edward J. Epstein ha venido a llamar La fórmula Midas en su libro The Hollywood Economist, y, cabe recordar, es asimismo la fórmula de mil y un cuentos de hadas. En Hollywood también creen que es la ecuación del éxito (lógico que Epstein la califique con el nombre el rey de Frigia que convertía en oro todo lo que tocaba) y de ahí que sea hoy en día uno de los géneros más sobreexplotados: tras Crepúsculo, Los Juegos del Hambre y Hermosas Criaturas, se estrena Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso, amparada por un presupuesto de 60 millones de dólares (casi nada) y un cast liderado por Lily Collins, al que le gusta posar como estrellas del rock.
En fin, nada muy nuevo bajo el sol con respecto a qué tipo de historia vamos a encontrarnos en la adaptación cinematográfica de la primera novela del tríptico escrito por Cassandra Clare. Sí hay diferencias, claro, con los otros trabajos del subgénero, especialmente en el tono del largometraje y sobre todo en su prisa. Harald Zwart (The Karate Kid) no parece haberlo tenido muy fácil para sintetizar ese primer capítulo y por momentos la película va tan rápido que parece olvidarse de la propia historia. Sin ser esta plumilla experta en la trilogía de Clare, durante la película sobreviene una sensación de que te estás perdiendo información y de que muchos detalles se dan por obvios. Es el caso de los personajes llamados Los hermanos silenciosos, que habitan la Ciudad de hueso que aparece en el título y que aquí poseen una función demasiado resolutiva que no acaba de convencer. Asimismo, y por lo consultado en foros de fans (servidora no se ha leído los libros), la película pasa por alto un buen número de datos que parecen claves en el texto original, por ejemplo, las razones de Valentine para ser seducido por el lado oscuro o qué demonios son los instrumentos mortales a los que se alude en el filme, pero de los que sólo se proporciona una explicación tan etérea como vaga.
Poco etérea es, precisamente, la atmósfera del filme. Por fortuna. Cazadores de sombras: Ciudad de hueso no teme ser oscura y algo violenta (hay escenas que parecen calcadas de Blade, la cinta de vampiros de Wesley Snipes); característica que la hace distanciarse de las entregas de Crepúsculo y Hermosas criaturas. Zwart acierta en el arranque del filme al proponer un escenario más sofisticado y urbano (no nos olvidemos que la cinta tiene lugar en Nueva York), pero, tras un animado primer tramo, el filme se vuelca sin pudor alguno en el tono gótico y cursi propio de este tipo de franquicias. Sí que son reseñables dos o tres destellos trash que nos brinda el trabajo y que pueden pasar a la historia: una línea de diálogo acerca de las virtudes del maestro Johann Sebastian Bach como cazador de demonios y Jonathan Rhys-Meyers, completamente pasado de vueltas encarnando a Valentine. Lo mejor y lo peor del largometraje; lo más divertido también.
A favor: "Johann Sebastian Bach también era un cazador de sombras."
En contra: Jonathan Rhys Meyers, quien parece salido de un imposible mash-up entre Piratas del Caribe y Jóvenes ocultos.