Solondz puro, sin cortes
por Diana AlbizuTodd Solondz ya había dirigido dos largometrajes ('Fear, Anxiety & Depression' y 'Bienvenido a la casa de muñecas') antes de que 'Happiness' lo pusiera en primera línea del panorama cinematográfico mundial después de ganar el premio FIPRESCI en el festival de Cannes. Lejos de cometer ningún tipo de concesión, su tercera película lleva incluso más lejos el impulso misántropo y depresivo de sus primeras obras y lo extiende a un mosaico de personajes con historias paralelas en lo que podría ser una versión de absoluta pesadilla suburbial de una película de Robert Altman a lo 'Vidas cruzadas'.
Temas como el maltrato, la mezquindad, la insatisfacción sexual, la soledad, la frustración vital, la pedofilia, el abuso sexual o incluso la eyaculación prepubescente son despojados de toda capa de tabú social y lanzados directamente a la cara del espectador sin ninguna clase de reparo ni filtro suavizante. Los personajes del mundo de Solondz (tan decadente y podrido como el nuestro), que son brillantemente desarrollados por intérpretes capaces de llevar la desesperación al máximo nivel de naturalidad (inolvidables Jane Adams, Philip Seymour Hoffman, Joy Lovitz, Dylan Baker, Lara Flynn Boyle o Cynthia Stevenson en esta película), dirigen sus acciones hacia algo tan legítimo como la búsqueda de la felicidad, pero, como dice la canción que canta Joy Jordan (Jane Adams), eso es algo que está demasiado lejos de su alcance. No es que el director de Newark nos enfrente a un abismo que devuelve la mirada, sino que nos obliga a mirarlo muy fijamente a los ojos.
A favor: La breve intervención de Molly Shannon, que demuestra la exacta validez de su registro habitual tanto para el drama como la comedia.
En contra: La (extraña) secuela tardía 'La vida en tiempos de guerra' (2009) fue bastante más floja.