Resumen:
Sobre el intento de poner fin a las espirales de odio (…) la película va y viene entre lo social y lo familiar. Un drama desordenado detectivesco (…) acelera con acción minimalista y se ralentiza con imágenes bellas (…) hiere más con la sorpresa, que con la violencia explícita.
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Critica completa:
Adaptación de la obra homónima. Según Villeneuve: una historia sobre el intento de poner fin a las espirales de odio y violencia; y también, sobre la esperanza que requiere ese intento, percibido como una operación casi imposible, que podría recordar a la acción heroica de vencer un destino. ¿Qué extraña necesidad, qué destino trama la madeja de las espirales de violencia? Es el rigor contable, con el que se pagan y cobran las injusticias, bajo el pretexto de que al final cuadrarán las cuentas y estaremos en paz. Pero las cuentas del dolor nunca cuadran (la madre paga el odio hacia el padre con indiferencia hacia sus hijos, pero no por ello, odia menos al padre y encima, se gana el odio de los hijos que no se sienten amados; un bando religioso se vengará del otro, pero no quedarán en paz y con tanta más pasión ambos bandos buscarán asestar el siguiente golpe).
Así, denunciando esa contabilidad, por inútil, porque su resultado no es la paz y, además, extiende una ponzoña, la historia se abre a otra alternativa y borra la idea de destino, distanciándose de cualquier parecido con la tragedia griega (contra quienes insisten en él). Con todo y sin haber una idea de destino, sigue siendo enorme la dificultad de romper el ciclo y sus venenos. Pero que nadie espere un manual de soluciones; más humilde, la historia representa solo el reconocimiento de un problema abierto (de nuevo y a diferencia de la tragedia, no se aspira a una catarsis, ni tampoco a una enseñanza, únicamente a una cartografía del problema).
Repasando la recepción de la película, resulta patético leer cómo se criticó que la historia hubiera trasladado un conflicto desde lo social, a lo familiar, como si observar la miseria familiar fuera mirarse el ombligo, en el contexto de una guerra civil. Por un lado, es falso, la película va y viene entre ambas esferas, por otro lado, no comprendieron que la película hace eso porque señala una retroalimentación. El cristiano es cristiano porque nace en una familia cristiana, donde la norma es la cristiandad; sale a la sociedad y observa el profesar otra fe como una transgresión de las normas familiares, porque cree que la sociedad debería ser como una gran familia y no entiende que es algo diferente; resentido, vuelve a su familia y lo hace pagar, blinda y solidifica tanto más su identidad y sus reglas: tal vez fuera haya otras religiones, pero que quede claro que nunca se aceptará como miembro de la familia a alguien con otra religión. A medida que sale y entra por la puerta, va y viene tanto más contrariado y resentido.
Al hilo de esa cuestión de los conflictos, la estructura narrativa parece estar pensada como un reflejo del caos (hay una desordenación de las imágenes) y encuentra una afinidad especial con el drama detectivesco que las reordena. Los protagonistas irán reconstruyendo el pasado de su madre, enterrado por la guerra y a medida que lo hagan, el montaje irá intercalando fragmentos de esa historia. Todo ello con un estilo en cierta manera minimalista en la edición. Villeneuve utiliza pocos cortes en comparación con otros directores para grabar una misma escena, por lo que selecciona y sintetiza lo que es esencial mostrar (con esa experiencia pudo salir airoso de narrar una historia tan densa como la de Dune). Por esa misma razón, está más obligado de lo habitual a ampliar el plano y a alejarse de la acción para lograr encuadrarlo todo (de ahí un gusto por el formato IMAX que Villeneuve ha ido encontrando posteriormente).
A priori, esa síntesis de lo importante podría producir una aceleración del ritmo general, sin embargo, no es así y esto es un rasgo del cine de Villeneuve. Por un lado, hay planos que parecen extenderse de más y tensionan al espectador que repasa la imagen, tal vez preguntándose ¿por qué? Por otro lado, hay un añadido de planos que no responden al meollo de la historia y que no la hacen avanzar, planos que tienen un interés más estético que otra cosa y que ralentizan el ritmo, para desesperación de algunos. Así, todo se desacelera y acelera a voluntad del cineasta. Ello produce un efecto aún más notable en las escenas violentas, que sin ser extremadamente explicitas impactan con la diferencia de intensidad de lo lento y lo repentino, de la calma y la acción, del silencio y el estallido. El cine de Villeneuve hiere más con la tensión y sorpresa y menos con el recurso de lo explícito, aunque tampoco se abstiene del mismo; inmoviliza al espectador con sus imágenes y lo sacude después tanto más indefenso. No siempre funciona bien, pero igual se siente como un artefacto interesante.