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    Crazy, Stupid, Love
    Críticas
    2,0
    Pasable
    Crazy, Stupid, Love

    Amores cruzados

    por Quim Casas

    'Crazy, Stupid, Love' parece a ratos una historia de vidas cruzadas: Steven Carell por un lado, rumiando que su esposa Julianne Moore le haya sido infiel y haya pedido además el divorcio, mientras Ryan Gosling, pasándose de apuesto y seductor, le enseña maneras viriles y técnicas de flirteo para recuperar la auto-estima perdida (o de la que nunca gozó); en otra dirección, el hijo pre-adolescente del matrimonio malavenido, enamorado impetuosamente de su canguro, está en edad plenamente adolescente, que a su vez se siente atraída por el pobre Carell; en otra más, una chica que solo quiere que su novio le pida en matrimonio, aunque éste no se da por enterado, y que después revelara una conexión especial con el núcleo duro de personajes del relato; también está la difusa relación entre la esposa y el amante esporádico y desencadenante de la crisis (Kevin Bacon) y, haciendo malabarismos narrativos sin demasiado éxito, el personaje de Marisa Tomei, que tiene una noche loca con Carell (que estaba mejor precisamente en 'Noche loca', de Shawn Levy) y resulta ser la maestra de su hijo, quien desarma completamente 'La letra escarlata' a partir de lo agilipollados, según él, que son los protagonistas de la novela de Nathaniel Hawthorne.

    El segundo largometraje de los directores de 'Phillip Morris ¡Te quiero!', Glenn Ficarra y John Requa, plantea otras historias amorosas desconcertantes con un tono que no quiere rehuir en ningún momento el tópico, cierto adocenamiento en la escritura del guión y hasta los toques moralistas de rigor. En su ensamblaje forzado, que no esforzado, de peripecias y personajes paralelos, algunos destinados a encontrarse, otros esperando la sorpresa final que los conecte entre sí, el film solo funciona cuando Carell y Gosling comparten escena. Tampoco es que sea la monda ni revolucione comedia alguna –de hecho, es una de las comedias más discretas de lo que llevamos de temporada pese al empeño de todos y todas–, pero esos momentos tienen cierto ingenio, los dos actores funcionan perfectamente como risibles arquetipos antagónicos (la introversión ridícula y la extraversión exagerada, el patán y el seductor: el segundo es bueno en la cama y el primero tiene trabajo, esas son sus principales virtudes) y al menos la película adquiere los contornos algo desmadrados que se le presupone a un producto de estas características.

    A favor: Carell y Gosling, como arquetipos opuestos, y el saludable sentido del humor de Marisa Tomei.

    En contra: Demasiada moralina, que además no viene a cuento, y un mal ensamblaje entre todos los personajes y peripecias a los que se le presupone cierta entidad.

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