El humorista sin envoltorio
por Manuel YáñezCuando pensamos en los grandes comediantes de la historia, solemos caer en latentación de pensar que el talento cómico se basta a sí mismo. Y, de hecho, esincuestionable que, para el humorista, la comicidad es un misterio oculto en lospequeños detalles: la tierna sonrisa de Chaplin, el prodigioso físico de Keaton, lamandíbula desencajada de Jerry Lewis, la mirada abatida de Bill Murray... En estesentido, Rowan Atkinson es un humorista con un genio particular, capaz de aunaren su rostro narigudo y eternamente asqueado el pasmo disimulado de Peter Sellers(sin pasarnos: Sellers pertenece al Olimpo y Atkinson es un talentoso mortal) y lahisteria desatada de Jim Carrey. Cualidades como esta permiten a Atkinson regalarnosmomentos de gloria, como la escena de ‘Johnny English Returns' en la que, durante unareunión de la cúpula del Servicio Secreto Británico con el Primer Ministro, el cómicoemprende una lucha sin cuartel con el controlador de altura de una silla muy rebelde.Aislado del filme que lo envuelve, el gag brilla como una gran victoria del humor físico,pero...
En su conjunto, la secuela de ‘Johnny English' (2003) es una película más bienmediocre. El planteamiento no ofrece ninguna novedad. La idea es parodiar la sagade James Bond guiñándole el ojo a la larga nómina de torpes agentes secretos (ydetectives) que nos ha regalado el cine, de Maxwell Smart, el Superagente 86, alinmortal Jacques Clouseau de ‘La pantera rosa'. Al principio de la película, JohnnyEnglish (Atkinson), como el inolvidable Topper Harley (Charlie Sheen) de ‘Hot Shot2', se halla recluido en un templo budista fortaleciendo cuerpo y alma, pero prontodeberá regresar al servicio de su majestad para solventar un conflicto de espionajeinternacional. Atkinson, más canoso y arrugado que antaño, se pasea por la películaocultando tras la facha de petulante agente secreto a su creación más memorable: eseinepto con espíritu de sociópata llamado Mr. Bean. El problema es que el envoltorio noda la talla. El irregular guión provoca que los mejores gags queden ensombrecidos poraquellos fallidos y la apuesta más arriesgada e interesante de la película, la idea de quelos personajes que rodean a Johnny English no sean cómicos (convirtiendo la películaen una batalla del humorista contra el mundo), no termina de cuajar. La excepción a laregla la impone esa killer anciana que se pasea por la película repartiendo munición yestopa con la ridícula mala leche los grandes villanos de la saga Bond, una franquiciaque, en las hilarantes épocas de Roger Moore y Pierce Brosnan, estuvo a punto de dejarsin trabajo a aquellos que pretendían parodiarla.
A favor: Los gags triunfales: la silla rebelde, el English hipnotizado o el aguantetesticular del héroe.
En contra: Atkinson parece estar más sólo que la una en sus empeños humorísticos.