Ver `Indiana Jones y el dial del destino´ es cómo enfrentarse a dos películas: la primera parte es la que me hubiese encantado ver al año siguiente de que se estrenase `La última cruzada´, como continuación directa de la saga; la segunda es una película de acción y aventuras que corresponde a lo que está siendo el cine para las nuevas generaciones fans del género, pero con algo más de magia.
En la primera parte podríamos quedarnos atrapados para siempre, Indiana Jones se enfrenta a los nazis para evitar que los villanos por excelencia del cine se hagan con un artefacto histórico rodeado de misticismo: la lanza de Longino, que acabó con la vida de Cristo. Esta historia tiene todo lo que un cinéfilo de las películas de Indiana Jones busca en ellas: Indi se salva de la muerte por un segundo en varias ocasiones, nazis muertos, el héroe infiltrándose en las líneas enemigas, persecución en un tren, un villano que nombra a su psicótico Führer más que a su madre… Podría ser un mediometraje que continuara perfectamente la serie de aventuras del arqueólogo con sombrero y látigo. El único problema que tiene es que hay que tener los ojos muy entrecerrados para ver a Harrison Ford en esta primera aventura. Las técnicas de rejuvenecimiento facial, aunque han evolucionado mucho desde aquella princesa Leia en `Rogue One´ o ese Robert De Niro de plastilina en `El Irlandés´, siguen produciendo un cortocircuito en el cerebro. Algo no está bien, algo no encaja en la imagen y no terminas de saber qué es; el muñeco pestañea, se mueve, grita, guiña… pero, cuando la estaba viendo, era imposible dejar de pensar en un videojuego. La evolución del mundo gamer nos ha dado historias que son verdaderas obras de arte, `Bioshock´, `The Last of us´, `Spiderman´… pero la combinación de tecnología digital y cine ha alcanzado unos límites en los que aún no queda claro que género está devorando al otro, pero sí es seguro que el resultado es una indigestión. Si no se tratase de una gran película de acción, y si no estuviese Phoebe Waller-Bridge, todos estos efectos podrían haberse cargado la cinta.
Cuando el tren se detiene también podría haber parado la película, no porque no merezca la pena lo que sigue, sino porque muchos habríamos muerto tranquilos. El villano es derrotado, los héroes, Indiana y Basil Shaw, son rescatados y el objeto antiguo es salvado para ser conservado. Sólo ha pasado una hora. Pero Indiana Jones 5 es precuela y secuela a la vez y aunque cumple con algunos elementos comunes en la explotación de las grandes franquicias, como guiños nostálgicos para el espectador con lo que le encantaba de las originales (hay uno muy bonito y romántico al final que es un verdadero cepo emocional), sabe romper con lo que no gustó de su predecesora. Directamente mata a Shia Labouf (nadie recuerda cómo se llama el hijo de Indiana Jones, no nos engañemos) y encima es capaz de usarlo para construir el hilo dramático de la historia. En esta segunda parte-secuela, Harrison Ford tiene que compartir pantalla con Phoebe Waller-Bridge, que interpreta a Helena Shaw, ahijada del protagonista y ladrona de antigüedades, y con el villano por excelencia del Hollywood millenial y generación Z, Mad Mikkelsen, que hace del segundo nazi malvado y a la vez de un antiguo enemigo que une la primera y la segunda aventura, Jürgen Voller. El elenco de personajes con un carisma que se come la pantalla termina de cerrarse con la humilde incorporación de Ethann Isidore, como Teddy, el niño que guía y ayuda a los arqueólogos, un nuevo Tapón pero no tan evidente. No hubiésemos necesitado mucho más para disfrutar de otra hora de persecuciones y viaje a través del mapa por el mundo, pero aquí es donde llega una de las grandes trabas de la película: demasiados personajes que parece que van a llegar a algo y sólo aumentan la duración de la película para no llegar a ningún sitio. Como la agente Mason (Shaunette Renée Wilson), acompañada por música y escenas que parecen indicar una gran importancia en la trama, rato para que luego la historia sin ella siga como si nada, o Klaber (Boyd Holbrook), el asesino de Voller, que es el mismo papel que el actor interpretó en `Logan´. Incluso el propio Antonio Banderas parece añadir minutos para nada.
La película ha tenido críticas muy duras y puedo entenderlas, aunque no las comparto; existe una tendencia en este tipo de franquicias, los espectadores no nos aclaramos sobre lo que queremos. Buscamos algo nuevo pero que a la vez nos provoque la misma emoción que tuvimos cuando vimos las películas originales, y eso es imposible. Indiana Jones y el dial del destino consigue algo que parece fácil pero que hunde muchas cintas en la miseria: un final, o al menos una continuidad, digno. Si mañana anuncian una película llamada Helena Shaw, me pondré una alerta en Google para estar al día de cada nuevo detalle que salga. James Mangold (director) ha conseguido que, de una figura icónica como es nuestro Indi, exista la posibilidad de una nueva leyenda, con un personaje carismático con su propia esencia, que no tiene que caer en trucos nostálgicos para ser una propia heroína y que hipnotiza al espectador con cada chiste y sonrisa.
Muchos no pudimos ver las películas originales en el cine por edad, pero las disfrutamos y nos enamoramos de sus colores, su música y sus personajes sentados en el sofá de un amigo o con nuestros padres. Indiana Jones 5 tal vez no ha conseguido librarse de la lacra que está arrastrando el cine a una serie de pastiches en los que no valoramos lo analógico y ya no nos impresionamos por nada, pero consigue que el espectador se alegre de haberse gastado el dinero en una entrada para aislarse del mundo. Porque todas las películas tienen que verse en el cine, o la mayoría, pero esta además es una experiencia que se tiene que disfrutar en la gran pantalla al menos una vez en la vida.
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