Deadly End

Tras haber recorrido un largo camino hasta conseguir un puesto de trabajo que se correspondiera con su valía, concretamente en una compañía industrial denominada Zeecor, Bob Petersen decidió dejar de lado la tensión y la corrupción que se sucedía a diario en la ciudad donde residía con anterioridad acompañado de su esposa Wendi. En Wormwood Drive solamente se respira paz y tranquilidad, algo que la pareja comprueba desde que se instala en esta bonita y acogedora zona.

Todo hace indicar que las cosas van cada vez mejor para ambos, aunque la situación empieza a cambiar cuando un nuevo inquilino se muda a la región en la que convive el matrimonio. Se trata de Adrien Trumbull, un hombre muy simpático a primera vista que recibe a los protagonistas con una sonrisa de oreja a oreja y recompensando su amabilidad con varios paquetes de un exquisito chocolate. No obstante, Adrien no es tan bondadoso como parece y en el fondo esto forma parte de un maléfico plan que está tramando para satisfacer su despiadada mente.

El vecino de los Petersen es de hecho un demente que padece una fascinación por el veneno y todo aquello que guarde una relación directa con la amputación de cualquier extremidad de los seres humanos. La pareja no se dará cuenta de las auténticas intenciones del perturbado hasta que la noche se cierna sobre su casa, momento en el que los dos comenzarán a sentir un gran temor ante las atrocidades que están a punto de ocurrir a su alrededor.