Cómo se las gasta Hades. ¿O era Ares? Bah, qué más da
por Alejandro G.CalvoAún recuerdo la emoción al ver 'Furia de titanes'. Espera, ¿o era 'Ira de titanes', que las confundo? ¿Quizá 'Rabia de titanes'? ¿'Los titanes en remojo'? ¿Acaso importa? Me refiero a cómo me corrían las lágrimas mientras veía la primera parte de este salmorejo de referencias mitológicas protagonizado por Sam Worthington. Y es que el 3D falso de aquella entrega –realizado en su posproducción tras el exitazo económico 'Avatar'- era tan deplorable que era imposible seguir sus borrosas imágenes sin derramar ninguna lágrima. De la trama: poco más. Había una medusa, un monstruo final muy feo y algo le pasaba a Gemma Arterton. A los cinco minutos de salir de la sala la película se desvaneció, dejó de existir.
Mira por donde ahora nos llega su secuela, que por algo la primera recaudó más de 400 millones de dólares por todo el mundo (principalmente fuera de los EE.UU.). Los avispados productores han puesto tras las cámaras a Jonathan Liebesman, un hombre que satisfizo sobremanera con la anterior 'Invasión a la tierra', para desentrañar en imágenes un guion por el que han pasado, al menos, cinco escritores diferentes (son los datos oficiales: pueden ser más). De ahí que pese a que el batiburrillo argumental siga siendo una esquizoide mezcla de referencias culturales e históricas, ésta se hace más entretenida gracias al mínimo sentido del ritmo que le otorga su director.
Pero no hay que llevarse a engaños: 'Ira de titanes' es un producto de bajo consumo y mala digestión que no funciona ni como película de aventuras, ni como action movie. Demasiados tópicos los personajes (héroe valeroso + chica florero + amigo gracioso + villano con cara de dolor genital agudo), demasiado largas, confusas y, a la postre, aburridas, secuencias de acción. Se abusa de los efectos digitales de tal manera que uno acaba deseando que la acción se detenga, que Perseo pare un rato a fumar o a hablar del tiempo con cualquiera de sus enfadados familiares. Todo es demasiado hueco, demasiado absurdo, demasiado pesado. Esta es una de esas películas donde la cinética juega en su contra: cuanto más rápido pasa la historia, menos sensación de velocidad coge la narración. Quedando al final como un trompicón detrás de otro hasta que se llega a su inconcebible final. ¿De verdad 'John Carter' era tan mala? ¡Si hasta 'Percy Jackson y el ladrón del rayo' era mejor que todo esto!
A favor: Es cortita (en todos los aspectos).
En contra: Cómo fastidia ver a Edgar Ramírez (el protagonista de la magnífica mini serie 'Carlos') metido en este embolado.