El mundo es para los niños
por Mario SantiagoA lo largo de sus 127 minutos, 'Polisse', el tercer largometraje de la joven realizadora francesa llamada Maïwenn, bascula sigilosamente entre la inmediatez de un realismo crudo y la artificiosa estilización del cine policíaco. De hecho, con su arborescente y deshilachada estructura, este cruce de polar y cine social se despliega a la manera de los seriales televisivos de género. A su paso por el pasado Festival de Cannes, el filme fue comparado (elogiosamente) con la serie 'The Wire' por el amplio, analítico y explícito acercamiento a su tema: el día a día de una unidad policial parisina encargada de velar por la integridad de niños y niñas (con la lucha contra la pederastia como punta de lanza). Al mismo tiempo, los detractores del filme acusaban a la película de abocarse a un maniqueísmo y tremendismo más propios de series como 'Law & Order: Special Victims Unit'. Lo cierto es que ambos bandos tenían parte de razón. 'Polisse' es un filme temperamental y transparente; su visceralidad e ímpetu dan cuenta de la urgencia de su mensaje; sin embargo, esa misma determinación lo acerca a las formas del panfleto y lo aleja de una reflexión más sosegada.
Es Maïwenn una cineasta de garra: busca acomodo en situaciones caóticas, parece adepta a las ollas a presión y a las bombas de relojería, y consigue extraer lo mejor de sus actores, sean profesionales, raperos reconvertidos en policías de ficción (ahí está el imponente Joeystarr) o niños. Este dominio de la temperatura emocional de la escena le permite gestionar fuerzas aparentemente contrapuestas: por ejemplo, el melodramatismo de la tragedia humana y la apelación al sentido del humor, una herramienta que los policías del filme llevan incorporada en su kit de supervivencia. Este tipo de control "atmosférico" es un talento que Maïwenn comparte con otros cineastas franceses contemporáneos. Por ejemplo, Abdellatif Kechiche o el Laurent Cantet de 'La clase'. En consonancia con este último, y a pesar de ser un filme articulado sobre la acción, 'Polisse' recurre a la verborrea para radiografiar el universo policial/familiar que retrata: diálogos en los que, por otra parte, reluce un cierto grado de idealización. Sorprende ver a grupos de policías debatir sobre la actualidad política de la Francia de Sarkozy con la locuacidad y concisión de periodistas curtidos en programas a lo '60 segundos'. La directora convivió varios meses con una unidad real de la policía, lo que en principio la acredita como fiel reportera de un universo real. Aun así, resulta inevitable ver en el filme numerosos derroches de romanticismo.
La película no engaña a nadie: se erige como una oda a los héroes de una lucha noble y justa (de una forma similar a como lo hacía 'Hoy empieza todo', de Bertrand Tavernier). En uno de los discursos más memorables de la historia del cine, recitado por el personaje de Mr. John (Arthur Shields) en 'El río', de Jean Renoir, se afirmaba: "El mundo es para los niños. El mundo real. Ellos trepan a los árboles y se revuelcan en la hierba, cerca de las hormigas...". No cabe duda de que Maïwenn firmaría estas palabras. Sin embargo, es probable que tuviera más de un problema con otra de las frases pronunciadas por Mr. John: "(A los niños) les encerramos en nuestras escuelas, les enseñamos nuestros estúpidos tabúes...". Y es que en su afán por sacralizar el mundo de la infancia, en ocasiones la directora parece caer en un exceso de paranoia respecto a los límites que deben establecerse en el trato entre niños y adultos. La cuestión es terriblemente delicada y podría argumentarse que todo cuidado es poco a la hora de garantizar el bienestar de nuestros pequeños (además, cabe entender que la película retrata un mundo marcado por los casos de acoso y agresión). Sin embargo, también es cierto que 'Polisse' se aclimata en un territorio en el que la corrección política puede alimentar ciertos tabúes.
A favor: El vibrante juego escénico, que consigue canalizar la múltiples fuerzas y personajes que se cruzan en la pantalla.
En contra: El carrusel de situaciones dramáticas (sobre todo en la esfera familiar de los personajes) termina mermando la fuerza discursiva del filme.