Policías, jueces, criminales, inteligencia exterior, drogas, muertos... "la película es un thriller que aspira a comentar el mundo en el que vivimos y que tiene algo de política-ficción. Los thrillers sirven para eso, cuentan una peripecia criminal que pone el foco sobre noticias reales que te permiten tejer las tramas que las unen entre sí. Intentas desvelar conexiones entre mundos que están semiocultos y construyes una ficción que te ayuda a leer el mundo en el que vivimos de una manera más clara", cuenta el director.
"Es una película muy anclada, casi sin cámara en mano. Hay un orden visual bastante geométrico, no hemos buscado una estética alterada. Es un filme muy nítido y ancho, de encuadres rectangulares para recorrer con la mirada. Todo muy austero, conciso, afilado", cuenta el director.
El título de la película procede de la autobiografía de Errol Flynn (My Wicked, Wicked Days), editada en España con el título de Gallardo calavera, en la que se encuentra la frase del profeta Isaías que da a la película su título bíblico.
El director Enrique Urbizu afirma que en el personaje de Santos Trinidad palpita la influencia del escritor afroamericano Chester Himes y de Corre hombre (1960), ya que las quince primeras páginas del guion proceden de ahí. También resuenan ecos de Pío Baroja en la concepción de ese hombre de acción de figura febril que contamina todo con su pulsión amenazadora.
"Trinidad es un desastre de persona, un mal bicho, un desgraciado. Es un policía alcoholizado que al principio del filme mata indiscriminadamente a varias personas de los que solo queda un testigo, al cual deberá buscar para matar también y que no quede huella del delito", cuenta el actor.
No habrá paz para los malvados supone la tercera colaboración entre el actor José Coronado y el director Enrique Urbizu, tras La caja 507 (2002) y La vida mancha (2003).