Los pasos perdidos nace como la lógica continuación de dos proyectos inacabados y, al mismo tiempo, como una reflexión sobre las cosas que abandonamos a medias en nuestra vida. A finales de los años 60, el guionista y realizador Jordi Cadena rueda dos cortometrajes que tienen como nexo común la voluntad de mostrar, sin la censura previa obligatoria, situaciones de la vida cotidiana de los jóvenes de la época.
Una voz en off que acompaña las imágenes analiza la función que estos jóvenes tienen en la lucha política de los últimos años del franquismo. Los dos proyectos restan inacabados. Ahora, 40 años después, Jordi Cadena ha retomado los dos cortometrajes para finalizarlos con actores y escenarios de la actualidad.
La película se inicia con unas imágenes de 1967. Kim y Susanna se encuentran en una calle donde éste dibuja con una tiza la tierra. El chico se muestra cariñoso, ella distante. Pasean, se sientan en la terraza de un bar, hablan sin que los podamos sentir. Unos días más tarde descubrimos el motivo de la frialdad de Susanna: se está viendo con otro chico, Mario. A partir de este momento, las imágenes de los cortometrajes originales se irán alternando, y complementando con material rodado a la actualidad. Nos trasladamos a 1971-72. Conocemos a María, que hace de modelo para un pintor, y a Anna, que es bailarina.
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