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    The Invisible Woman
    Críticas
    3,5
    Buena
    The Invisible Woman

    Engañosas apariencias

    por Carlos Reviriego

    Las apariencias engañan. Quizá no deberíamos esperar nada extroardinario de The Invisible Woman, el segundo largometraje detrás de las cámaras de Ralph Fiennes. Por su apariencia, lo más probable es que este drama victoriano en torno a la jovencísima actriz Nelly Terman, amante de Charles Dickens (él tenía 45 años, ella 18), con quien el célebre escritor compartió sus años finales tras abandonar a su familia y poner en riesgo su reputación, no trascienda más allá de un elegante, pseudopoético y, a la postre, inofensivo period film. Pero las apariencias, sobre todo en una película que en gran parte nos habla precisamente de lo que se oculta tras lo aparente, engañan. La mujer inivisible plantea un melodrama atípico, seductor, brillante, que se aleja conscientemente de los cánones academicistas y los males industriales que suelen afectar a este tipo de producciones de prestigio.

    La película abre con una cita sobre negro del propio Dickens: “Todo ser humano constituye un profundo misterio para los otros”. En torno a esta noción, despliega sus virtudes. Basada en la novela homónima de Claire Tomalin publicada en 1990, The Invisible Woman construye la esencia de su emoción a partir de una estructura de revelaciones en flashbacks, cuya intención es hacer “visible” todo aquello que en apariencia no lo es. No solo a la mujer del título, interpretada con vigor y misterio por Felicity Jones, y cuya verdadera identidad iremos descubriendo a lo largo del relato, sino sobre todo para dar cuenta de los engranajes que hacen posible un romance casi clandestino, en el contexto de un sistema de valores decadente, falso y artificioso del que la pareja no tuvo más remedio que aislarse.

    Fiennes ya sorprendió a propios y extraños con su debut adaptando a Shakespeare en Coriolanus, y ahora vuelve a demostrar que no se amilana ante las páginas más nobles de la literatura británica. El actor y director entiende el cine, y sobre todo el denigrado period film, como un lenguaje que va mucho más allá de la “ilustración” de guiones. Lo comprobamos en la delicadeza de los saltos temporales, en cómo filma un accidente ferroviario o una carrera de caballos, pero sobre todo en el tiempo que invierte la película en las fugaces miradas, los gestos intrascendentes, los deseos reprimidos. Todo aquello que acontece por debajo para acabar ocupando el primer plano. Nos intriga cómo es posible que La mujer invisible invoque con intensidad poética el dramatismo de una relación en la que incluso echamos en falta la “química” entre sus amantes.

    No estamos, a pesar de su pulsión pictoricista y su aire teatralizado, frente a una adaptación momificada propia del tándem Merchant-Ivory. Pero tampoco es The Invisible Woman un artefacto propio de la posmodernidad y los dispositivos escénico-cinematográficos como lo era la reciente adaptación de Anna Karenina, dirigida por Joe Wright. Fiennes parece colocarse en un lugar intermedio, a veces indeciso, confiando quizá más de la cuenta en el nervio de los intérpretes (todos excelentes), pero jugando sus limitadas cartas con desafiante eficacia y honestidad. Una película brillante.

    A favor: La visión de Fiennes para contar una historia con pinceladas finas, atento a los detalles y con brillantes soluciones cinematográficas.

    En contra: Una lástima que Ralph Fiennes y Felicity Jones no convoquen en la pantalla la “química” que el romance entre sus personajes demanda.

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