"Insidious" narra la historia de la idílica familia Lambert, compuesta por el matrimonio y sus tres hijos, se mudan a una inmensa y hermosa casa, en donde uno de sus hijos, Dalton, termina inexplicablemente “en coma”, iniciando la pesadilla. A medida que se mudan nuevamente y buscan ayuda parapsicológica, los Lambert se dan cuenta que no es la primera casa la que estaba embrujada, sino que algo los acosa y persigue hasta su nuevo hogar y está dispuesto a poseer el cuerpo de Dalton. El director nos presenta el primer film de lo que posteriormente será la tetralogía “Insidious”, sobre posesión demoníaca, considerado uno de los últimos intentos del cine de terror, en el último tiempo, digno de visionarse, en un género que recientemente ha demostrado estar estancado y falto de ideas.
James Wan es un director efectivo, sin duda alguna, y tiene claro que siempre se pueden buscar ideas en el pasado y recrearlas. Para ello, se asocia con su compañero de andanzas, el actor, productor y guionista, Leigh Whannell, para escribir una historia de posesión diabólica, en que una familia feliz ve convertida su existencia en una verdadera pesadilla, cuando uno de los hijos es acosado por espíritus atormentados y demonios. La cinta empieza algo lenta, con más que nada momentos sugerentes, con ruidos extraños, silencios incómodos y presencias latentes, siempre en los escondrijos, donde hay poca luz. Porque literalmente, es el lugar en donde las criaturas diabólicas y las almas errantes prefieren esconderse. De esta forma, hasta que Dalton cae en coma y los espíritus y demonios se manifiestan en la casa, la película sigue un camino bastante pausado, pero con la seguridad que está siguiendo una fórmula ya probada. La constante y correcta utilización del sonido y de la iluminación, inquieta al espectador y fomenta el interés, a pesar de que hasta ese momento, la trama se parezca bastante a otras cintas de fenómenos paranormales y casas poseída. Será cuando la historia comienza a centrarse en los viajes astrales y en la posesión diabólica de cuerpos que el film adquiera personalidad y un camino propios.
El primer punto, el del viaje astral o experiencia extracorporal supone la separación momentánea de cuerpo y alma, en donde ésta última puede desplazarse a lugares o dimensiones lejanas, pudiendo describir con una exactitud notable situaciones y lugares, los cuales se encuentra a miles de kilómetros. Lo cierto es que este elemento es utilizado inteligentemente para explicar porque Dalton está mal llamado “en coma”, ya que el niño tiene esta capacidad de desdoblarse y al tener dificultades para hacer que su alma regrese al cuerpo, ha despertado el interés de espíritus y demonios por poseer su cuerpo, sabiendo que la materialización física de éstos es uno de sus objetivos para tener incidencia en la vida de los humanos. Lo anterior, unido al hecho de que Josh Lambert vivió una similar experiencia extracorporal traumática en su niñez y que haya un acoso más violento para apoderarse del cuerpo de Dalton, contribuyen a que la tensión del film se reenergice y no ceda prácticamente hasta el final. Destacar, por otra parte, el trabajo de maquillaje, el cual Wan privilegió por sobre los pocos efectos especiales que la película tiene. El director tiene claro que el público tiende mucho a ser impresionado por aquello que está ahí en la oscuridad, que no se ve, pero que se sugiere y en ese sentido, las expresiones faciales que reflejan tormento y odio y que surgen de repente, provocan sobresaltos se quiera o no. Mencionar que, en este trabajo de caracterización, se pueden observar algunos elementos del expresionismo alemán, que son bastante funcionales a la hora de los sustos, como el caso de la anciana vestida de viuda.
Las actuaciones son solo regulares, comenzando con Patrick Wilson, que interpreta a Josh Lambert, que pareciera no estar consciente de que no está actuando en una película de terror, ya por mucho que su personaje haya tenido experiencias pasadas traumáticas que hayan bloqueado su psique, no parece realmente afectado por todo lo que está sucediendo, comenzando por el hecho de que su hijo está a punto de ser poseído por demonios y espíritus. Por su parte, Rose Byrne, quien encarna a Renai Lambert, muestra poca credibilidad como madre aterrada y prueba de ello es la escena en que siente que hay una presencia maligna hablando por el walkie talkie que la comunica con su bebé y en lugar de ir a ver qué sucede, se queda esperando como si nada. Barbara Hershey tiene una buena performance, como la madre de Josh, pero pudo haber tenido más protagonismo. Mientras que la experimentada Lin Shaye, tiene una aparición más emblemática, ya que se convertirá en ícono de la franquicia Insidious como la vidente Elise Reiner.
En definitiva, una película funcional en cuanto a provocar ciertos sobresaltos y un sentimiento de desasosiego, en especial porque trata el tema de la posesión como una posibilidad real, al vincularla con los viajes astrales y otros tipos de manifestaciones excorpóreas. Resulta original por ciertos matices, la puesta en escena, y la capacidad de sorprender en algunos planos que consiguen elevar la presión cardíaca de los más sensibles. Le falta garra, más pasión y emoción, personajes más metidos en sus papeles. Lo que tendrá que ver por supuesto con una dirección artística que pudo ser y no fue. Altilos tenebrosos, canillas que gotean sobre una pileta que genera eco, psicofonías, alguien que relata una historia de fantasmas dentro de la historia y aún así funciona. Salvo por ese final que se retuerce en su propia cola tramposo y fastidioso, convocando la cita de nuevo con la sala de cine, lo cual no es de estilo ni de elegancia formal en un film que se podía permitir cerrarse y redondearse.