Regreso al bosque animado
por Gonzalo de PedroHay dos tradiciones cinematográficas que han permanecido prácticamente desterradas del panorama audiovisual español durante decenios: una es el cine experimental, que funciona como un guadiana, apareciendo y desapareciendo de forma intermitente, y la otra es el cine de animación, inédito y raramente practicado de forma seria hasta hace bien pocos años. Esa desvinculación de la tradición internacional quizás explica que los escasos, y recientes, acercamientos al cine de animación en España lo hagan exclusivamente desde una perspectiva industrial, y no tanto artística (no hay que olvidar, por otro lado, que el soporte industrial que exige una película de animación es infinitamente superior, en volumen y horas de trabajo, que el de una de ficción convencional). Películas que se piensan, ejecutan y venden como productos puramente industriales, pensados para ocultar sus raíces locales y venderse en los mercados internacionales como productos apátridas, globalizados y acordes con los estándares de calidad y narrativa exigidos por el consenso industrial. Por eso sorprende la aparición de una película como O Apóstolo, que sin renunciar a su vertiente comercial, ni a sus ventas internacionales, se ancla bien hondo en las raíces de su Galicia natal, para desde ahí construir una historia que aspira a llegar a todo el mundo. O quizás sea precisamente por ese anclaje local que la película tiene más posibilidades de alcanzar cierto éxito en el extranjero: al fin y al cabo, las películas que se preocupan por borrar sus orígenes terminando siendo productos sin alma, esqueletos huecos, conjuntos vacíos en los que apenas si hay rastro de la pasión, la tierra y la vida.
O apóstolo se nutre del imaginario que dibuja Galicia como una tierra de misterios, cargada de leyendas, bosques brumosos y espíritus entre una dimensión y otra, y se esfuerza por conseguir algo que pocas películas (ya sean de animación o tradicionales): un ambiente, un tono, una conjunción de espíritu, aliento y casi olor que dota la película de una personalidad propia. Es cierto que la trama, que sigue el esquema clásico de visitante que llega ignorante a un pueblo maldito, es por momentos excesivamente clásica, y quizás falta de ritmo, pero la película consigue trasladar eso inmaterial que convierte las imágenes en algo más que inspiradas ficciones. Aunque la película se ha relacionado con el universo de Tim Burton, o con el del animador Jan Švankmajer, hay que bucear, nuevamente, en las tradiciones más locales para encontrar el auténtico inspirador de esta película: el escritor gallego Wenceslao Fernández Florez, que en su novela clásica El bosque animado (1943) ensayaba la particular mezcla de humor y negrura que persigue la opera prima de Fernando Cortizo. Sin pretender, como la novela de Fernández Florez, convertirse en una película de género, O apostolo navega por las aguas que circundan el terror y los misterios del más allá, en la mejor tradición del romanticismo clásico.
Lo mejor: Que se vincule sin tapujos con una tradición y un espíritu local.
Lo peor: Quizás, ciertos problemas narrativos y de ritmo.