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    Bajo amenaza
    Críticas
    1,5
    Mala
    Bajo amenaza

    Nicolas Cage, un género en sí mismo

    por Alejandro G.Calvo

    Tengo que reconocerlo: me lo paso pirata con Nicolas Cage. Da lo mismo que cada nueva película que estrena sea peor que la anterior, hay algo en su afán kamikaze a la hora de ensalzar la serie Z (involuntaria) del mainstream contemporáneo que lo convierte en alguien entrañablemente chiflado. Quizás es que me fascina su look, cada vez más cerca del de un señor de setenta años que se ha implantado pelo y botox hasta vaciar su cuenta bancaria; quizás es que me resulta increíble que cada película que protagoniza posea la apariencia de ser un fallido inicio de franquicia –miren sino: 'Furia ciega', 'En tiempo de brujas', 'El aprendiz de brujo', 'Teniente corrupto', 'Bangkok dangerous'-; quizás es que, al igual que ocurría con Christopher Lambert, Cage se haya convertido en uno de esos extraños actores-autores, cuya sola presencia da entidad a una película, salvo que al contrario de lo que ocurre con Tom Cruise o Jason Statham (por citar dos ejemplos allegados a la "política de actores"), dicha entidad responda a una acción desbocada, un planteamiento dramático histérico, unas interpretaciones histriónicas y un sentido del humor macabro. Vaya, si fueran los ochenta, Nicolas Cage sería el rey del lanzamiento directo al VHS.

    En esta ocasión el despropósito viene servido de la mano de Joel Schumacher –actor y director ya coincidieron en la horripilante 'Asesinato en 8mm'- y viene acompañado por otra que tal baila: la actriz Nicole Kidman, quien desde su "centrifugado de cara" (la cita es de Luis Martínez), ha hundido todos los proyectos en los que ha participado (aún estamos esperando que se estrene en nuestro país 'Rabbit hole', lo último de John Cameron Mitchell). El producto resultante de esta unión de talentos es esta 'Bajo amenaza', que arranca a modo de remake de la española 'Secuestrados', se desenvuelve como la (también española) 'Transgression' y acaba por cerrarse como el producto más chabacano de la extinta sub-productora Fantastic Factory.

    Conservadora e hipertrofiada al mismo tiempo, la película no controla en ningún momento la tensión interna del drama: todo es impúdicamente expositivo y todo sucede demasiado rápido. Estamos en las antípodas de lo que Haneke lograba en la primera 'Funny games', aquí el carácter sadiano de los asaltantes se justifica con un despiporre argumental que mezcla a modo de gazpacho: tráfico de drogas, esquizofrenia y atracción sexual. Todo vale en aras a darle distintos finales (a cual más risible y falto de credibilidad) a una película que, paradójicamente, parece no terminar nunca.

    A favor: Nicolas Cage con el rostro desencajado, la mano rota y dos balas en su cuerpo... y aún así sigue siendo el héroe de la función.

    En contra: El pulso de Joel Schumacher tras la cámara sigue siendo el mismo de 'Batman y Robin'

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