A François Perrin no le sonríe la suerte últimamente. El muchacho trabaja en una fábrica que no le gusta y juega en el equipo de fútbol local, el único entretenimiento que le hace olvidar su rutinaria vida. La relación entre el jugador y el jefe del equipo no es muy buena, algo que se complica aún más si tenemos en cuenta que ese mismo hombre, el propietario del equipo, es también empresario de la fábrica donde trabaja Perrin. La situación entre ambos se mantiene más o menos estable hasta que durante una sesión de entrenamiento Perrin golpea a la estrella del equipo, Berthier. En ese momento el hombre de negocios entra en cólera y despide a Perrin del equipo y también de la fábrica, dejándole el autoestima por los suelos. Por si esto fuera poco, todos los vecinos empiezan a odiar a ex jugador que ni siquiera puede entrar en el bar local. Por suerte, aparece alguien que confía en él y que le ayudará a salir del bache que atraviesa.
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