Tragedia en la selva animada
por Clara RodriguezTarzán, el rey de los monos, tuvo su primera aparición pública en 1912 en el fanzine pulp “All Story Magazine”, creado por el escritor norteamericano Edgar Rice Burroughs, todo un genio de la novela corta de mirada fantástica –suya es “A Princess Of Mars” de la que surge la infravalorada John Carter (2012)-. Desde entonces el cine se ha adueñado del mítico personaje a lo largo de decenas de películas, empezando por Tarzan Of The Apes (1918) –el olvidado Elmo Lincoln fue el primer Tarzán cinematográfico-, siguiendo por las secuelas protagonizadas por el atleta olímpico Johnny Weissmuller –su debut fue Tarzán de los monos (1932) a cargo de W.S. Van Dyke y llegó a ponerse el taparrabos en otras once ocasiones-, todo tipo de variaciones pop propias de la época –Tarzán contra el Mau-Mau (1952), Tarzán y la mujer diablo (1953), Tarzán 66 (1966), Tarzán en las minas del Rey Salomón (1974)-, un regreso serio en los años 80 a cargo del defenestrado Hugh Hudson, Greystoke, la leyenda (1984) –con Christopher Lambert como rey de los monos-, un revival en los 90 de la mano de la película de Disney –que no contó ni con el favor de la crítica, ni del público, ni de la música de Phil Collins-, una versión porno a cargo de Rocco Sifredi y unas cuantas más directas a vídeo donde ya me pierdo. En fin, que entre unos y otros unas setenta películas de Tarzán bien que salen. Más que de Django. Más que de Fu Manchú. Más que de Cantinflas. Y ojo que para el 2015 se prepara otra versión en ficción real (y 3D) con Margot Robbie como Jane y Alexander Skarsgaard como Tarzán.
Pues bien, el Tarzán que llega ahora a nuestras pantallas es obra de Reinhard Kloss (también autor del libreto), una película de animación orientada a ese público juvenil que disfruta viendo la animación como un falso 3D que trata de buscar la mayor expresividad posible a sus protagonistas mediante infografía digital en HD. Difícil, por no decir imposible. Si no le sirvió el intento a Spielberg & Jackson para convencernos de que su “Tintín” merecía la pena, mucho peor lo tiene Kloss, con el 10% del presupuesto de aquellos y un guión que no pasaría el aprobado en el master de escritura creativa del Ateneo de Lavapiés. En su reinvención del personaje, el cineasta plantea un birli-birloque argumental donde se cruza la tierra de los perdidos –paraje fantástico mutado por un asteroide marciano-, la tragedia vivida por la familia Greystoke (y la de unos gorilas que pasaban por ahí) más un retrato diabólico de las corporaciones multinacionales que se enriquecen a base de explotar al prójimo. Un gazpacho de ideas que quizás se habría salvado si la cinta hubiera tenido algo más de humor, o acción, o ¡monos mutantes! Qué se yo… Pero lo cierto es que ni por imagen ni por historia esta película nos convence.
A favor: Lianas asesinas
En contra: ¿En serio a los chavales les convencen estos dibujos?