Cuando saltó la noticia de que Sony Pictures iba a animar una película de la empresa finlandesa Rovio Entertainment basada en su célebre juego de 2009 que consistía básicamente en lanzar pájaros contra las fortalezas construidas por unos cerditos, muchos levantamos la ceja con incredulidad o desconfianza. Al fin y al cabo, son mayoría los casos en que anteriores adaptaciones al cine de sagas de videojuegos que arrastraban una estela de éxitos no habían logrado llegar al espectador con un mínimo de fondo o de calidad, y no parecía que el tipo de juego en que consiste "Angry Birds" pudiera dar pie a algo suficientemente consistente para una película. Sin embargo, "Angry Birds: La Película", aún sin llegar a ser una obra maestra ni pretenderlo, sorprende por haber resuelto el envite suficientemente bien, al ofrecer una historia colorista y bien animada que sabe aprovechar lo mejor del juego en que se basa, la comicidad y el descaro, a la vez que da a los personajes del juego un trasfondo que funciona razonablemente bien.
Dirigida por los debutantes Clay Kaytis (animador en Walt Disney Animation Studios desde 1994) y Fergal Reilly (storyboarder) a partir de un guión de Jon Vitti (Alvin y las ardillas, Los Simpson. La película, The Office), la película pretende explicar el origen del conflicto entre los pájaros y los cerdos y la razón de que aquéllos estén siempre tan enfadados. Así, al inicio se nos presenta una isla poblada por una comunidad de pájaros incapaces de volar que mayoritariamente viven en la felicidad más inocente y despreocupada, salvo un trío de inadaptados encabezados por Red, que nunca ha terminado de encajar a causa de su mal genio, y completado por Chuck, un hiperactivo pájaro amarillo y Bomb, un ave que en cuanto se pone nerviosa explota literalmente. Pero cuando la rutina de la isla se ve alterada por la llegada de un grupo de cerditos verdes que pretendidamente han llegado en son de paz y que tienen a la comunidad aviar embelesada, serán los tres inadaptados y principalmente Red los que se pongan en alerta y traten de averiguar y frustrar los verdaderos planes de los visitantes.
A pesar de la simplicidad del juego en que se basa, los responsables de la película han tenido el acierto de dotar a sus personajes de un bagaje construido con buenas ocurrencias a partir de un background fundado en las características de cada uno de los pájaros en el videojuego, tejiendo una historia en torno a la figura de los raros y los incomprendidos que pone de relieve la estulticia de las sociedades sumidas en la permanente autosatisfacción y la falta de cuestionamiento, tan fácilmente amansables con el panem et circenses mientras se les roba por la espalda (os suena ¿verdad?). La narración está trufada de una buena cantidad de gags basados en el doble lenguaje, el trompazo y el descaro que funcionan de manera irregular pero que en general consiguen arrancar la carcajada del espectador en repetidas ocasiones (como cuando se logra subvertir con sorna la bucólica imagen de los lagos paradisíacos, entre otras muchas), y también se efectúan guiños con gracia a escenas cinematográficas muy conocidas. Es en la última parte de la película en que la historia se rinde al juego del que procede haciendo honor a las batallas que lo han hecho célebre, dotando al metraje de unos instantes de acción que se agradecen tras una introducción quizás demasiado larga a pesar de lo sencillo del argumento.
La experiencia en el campo de los directores se deja notar con una animación colorista que se resuelve muy bien a golpe de slapstick y recordando a los buenos tiempos del cartoon de Bugs Bunny o el Correcaminos, y que de nuevo adquiere su punto álgido hacia el final, una vez desatado el conflicto con los cerdos verdes, en cuanto da lugar a unas coreografías llenas de dinamismo y buen humor.
Así pues, se trata de una película que sin ser de Oscar puede resultar entretenida para toda la familia y que en el subgénero de los largometrajes que adaptan videojuegos se encuentra sin duda entre lo mejorcito.