Un edificio en cuarentena, los vecinos encerrados sin posibilidades de salida, escasez de víveres, prisión fortuita de agobiante tiempo muerto en abundancia, devastación y horror por los alrededores, abandono gubernamental, un virus campando a sus anchas, evolución anímica asfixiante, relaciones que suben de temperatura, pensamientos dañinos..., un argumento con tanta fuerza, garra, brío y encanto, opciones de desarrollo varias, diversidad en la elección de sus caminos y alternancias posibles, todo un manjar de suculenta previsión y sabrosa degustación y el director-guionista ha ido a estropear la comida, a escoger la peor, la más aburrida de las rutas...., perdón, especifico..., siendo una interesante opción la senda de la ley del más fuerte, la lucha despiadada sin lamento por la supervivencia extrema, la pérdida de la razón pensante y su lógica es negativamente anecdótico que su llevada a la práctica sea de un error tan garrafal y neutro, vacío de adrenalina, ímpetu o viraje tentador, nulo efecto cognitivo, afectivo o de cualquier tipo provocando el desapego automático del espectador por su falta de ritmo y acelerada progresión a pesar del obvio interés inicial de éste y su predisposición a ser motivado con la emoción y tensión que debería haber acompañado todo su relato.
Un pésimo "Día de la bestia" con un Daniel Hendler cuya desgana y paralizado impulso desemboca en un rambo de máscara y traje de plástico que mantiene la charlotada de ficción con una esposa de pega, verborrea y queja, que se alía con un loco paranoico sin seducción ni atractivo y adornado por un desperdiciado vecino, un mal aprovechado Federico Luppi cuya presencia alentaba el hallazgo de algo más digno, provechoso y esmerado.
Y sigo insistiendo..., ¡la idea era buena!, tiene un alentador punto de partida pero, su conversión en largometraje provoca una imperdonable somnolencia, autismo no fingido y la pérdida de todo tu afán y atención original, todo un meritorio arte estropear tan sugestiva y prometedora velada.
Erupción volcánica que duerme a los turistas, dramatismo que no despierta el imprevisto apagado estado, desvelo forzado por empeño de no sucumbir a la obvia y ausente motivación sentida pasados los 10 primeros minutos ¡y gracias!, falto de personalidad y carácter, entusiasmo y dirección para rematar con sabiduría y empeño un ejecutar que se vuelve lento, ignífugo e innocuo, poco absorbente y de efecto cansino y agotador.
Un aplauso por el intento de inclusión de Nicolás Goldbart en este poco trabajado género para el cine argentino pero necesita mayor vigor en la articulación de las ideas, más experiencia y rotundidad en la exposición de la travesía, más aptitud y productividad en el resultado para no perder al espectador, para no aislarse en su propio edificio burbuja dejando fuera, a distancia cada vez más enorme conforme rueda, a todo público ávido de participar.
Fase 7 (el nuevo orden mundial para la reducción controlada de la población ante una eventual caída de las economías mundiales) que no inquieta ni turba ni alarma tu ánimo ni agita tus miedos ni perturba tus sueños ni sobresalta tu corazón ni tienta tu espíritu ni satisface tus ganas de entretenimiento y diversión.
Entonces...,¿qué ofrece esta supuesta comedia de acción sobre pandemias?
Fase 7