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    El hombre de los puños de hierro
    Críticas
    3,5
    Buena
    El hombre de los puños de hierro

    Lujo asiático

    por Paula Arantzazu Ruiz

    ¿Wuxia y hip hop? No parece tan descabellado. Jim Jarmusch ya nos mostró en Ghost Dog el camino del samurai a ritmo de los beats creados por RZA para la ocasión. Precisamente ese filme sería el debut como actor del rapero y líder de Wu-Tang Clan, casilla de salida de una carrera cinematográfica que alcanza su cúspide, por el momento, en este El hombre de los puños de hierro, otro trabajo que aúna pasión por las artes marciales, filosofía oriental y hip hop. De hecho, el largometraje va más allá y suma a todo ello mucho spaghetti western y otra buena dosis de espíritu Tarantino. No en vano el director de Pulp Fiction es uno de los productores del filme junto a Eli Roth; algo que no hay que tomar muy a la ligera.

    Además del sello comercial que puede proporcionar Tarantino a la película, el debut como director de RZA comparte con Django desencadenado, lo nuevo de Quentin, un interesante denominador común: ambos trabajos construyen un relato del pretérito de la comunidad afroamericana en clave mítica, épica, legendaria, ya sea a través del western sureño o mediante un trabajo bastardo que busca los sabores de la batalla y la gloria en la China del siglo XIX. ¿Cuestión de mercadotecnia? Sin duda: la comunidad afroamericana supone casi el 13 por ciento de la población estadounidense, según datos del censo que el gobierno del país realizó en 2010. Muchas personas, como dejan entrever las cifras, y todavía no el suficiente volumen de relatos con los que identificarse.

    ¿Qué es, entonces, El hombre de los puños de hierro? ¿Un homenaje a las películas de artes marciales? ¿Un copycat de la marca Tarantino? ¿Una ópera hip hop? ¿Una superproducción que imita las serie B de los videoclubs de barrio? ¿Una colección de samplers de imágenes? ¿Un capricho de RZA? Todas estas preguntas tienen una única, común y obvia respuesta. En efecto, la película puede tomarse como el espejo en 2012 de Kill Bill -ahí está el personaje de Madame Blossom, interpretado por Lucy Liu, como calco de O-Ren Ishii, o la intervención de Pam Grier como madre del protagonista (RZA), personaje que da la vida al hombre de los puños de hierro y también la oportunidad para ser libre-; como la traslación visual de un relato oral, con sus arritmias y su tono episódico; o como el mayor capricho de RZA. Probablemente lo sea, pero bendito capricho para los ojos del espectador. El actor y director no ha escatimado en gastos y ha decidido contar con lo más granado de la cinematografía china en cuestiones técnicas. Para empezar, su director de fotografía, el hongkonés Chi Ying Chan, es el responsable de uno de los últimos wuxias de Tsui Hark, Detective Dee and the Mystery of the Phantom Flame (2010), amén de otras cintas de género como la reciente The Last Bladesman, de Felix Chong y Alan Mak, para más señas, los directores de la trilogía Infernal Affairs; mientras que entre los responsables que manejan las segundas unidades, Thomas Chaw y Joe Chan han trabajado de ídem en filmes de John Woo y Johnnie To, respectivamente. Lujo asiático que se nota, sobre todo, en las escenas de acción: las batallas son colosales, bien coreografiadas, excepcionalmente divertidas.

    El lustre, sin embargo, no consigue tapar la errática dirección del rapero, y, por el contrario, provoca que la cinta peque de exceso. ¿Demasiadas ambición? Puede ser, pero va a pasar mucho tiempo hasta que veamos algo parecido a El hombre de los puños de hierro en nuestras pantallas. Aprovechadlo.

    A favor: Todos y cada uno de los personajes no pueden molar más.

    En contra: El exceso se come a la propia película y cuando ha de llegar el clímax, éste no aparece.

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