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    Luces rojas
    Críticas
    1,5
    Mala
    Luces rojas

    Oportunidad perdida

    por Beatriz Martínez

    Desde que comenzó su carrera cinematográfica con el cortometraje '15 días', el director Rodrigo Cortés demostró una especial lucidez a la hora de radiografiar la sociedad y las pulsiones que se establecían a su alrededor. En cierta manera incluso fue capaz de adelantarse a la crisis económica en su profética 'Concursante' (2007) y de realizar una brillante disección de la sociedad de consumo y del capitalismo en una lección magistral de economía y cine. El objeto de estudio de Cortés era en realidad el hombre corriente y su posición en el seno de una situación desbordante, que le terminaba por superar hasta anularlo y aplastarlo. En buena medida, este era también el leit motiv de la obra que le catapultó al reconocimiento internacional, 'Buried (Enterrado)', en la que volvía a poner de manifiesto la insignificancia del ser humano dentro de un entorno hostil que no puede dominar y dentro del que se siente preso, asfixiado. Cortés tuvo la suficiente inteligencia para realizar un cine social y de compromiso ético alejado de los clichés que suelen acompañar este término dentro del ámbito español, utilizando para ello caminos genéricos como el thriller y el terror atmosférico, aunque siempre circunscribiéndose en los límites de la realidad.

    Ahora regresa con 'Luces rojas', una película que ya generó mucha expectación desde el momento de su rodaje por la presencia en el reparto de estrellas de Hollywood como Robert de Niro o Sigourney Weaver y por su carácter de coproducción entre Estados Unidos y España. En ella Cortés parece haber tirado la casa por la ventana en muchos sentidos: poco queda de esa loable meticulosidad artesana con la que resolvía galimatías técnicos a través de un presupuesto reducido, ni de la sobriedad estilística que le había caracterizado en 'Buried'; tampoco de su afán inquisitivo por indagar en la trastienda de nuestro tiempo ni de su capacidad para rentabilizar una buena idea a través de unas buenas dosis de ingenio narrativo. 'Luces rojas' se introduce de lleno en el terreno de lo fantástico y, aunque en un primer momento parece que va a escarbar en la trastienda de los monstruos que genera la sociedad actual (a través del cada vez más latente fanatismo religioso y la necesidad de creer en lo que sea con tal de darle un sentido a nuestras vidas miserables), pronto nos introducimos en un terreno mucho más resbaladizo, a medio camino entre el thriller esotérico y la película de investigación, en el que el director no parece en ningún momento sentirse cómodo, dando bandazos de un estilo a otro, intentando abarcar demasiadas cosas. En 'Luces rojas' percibimos ecos lynchianos, resonancias al universo literario de Richard Matheson, una ejecución formal que recuerda a los thrillers de los setenta, y una pátina de trascendentalismo a lo M. Night Shyamalan. Cuesta encontrarle una personalidad propia a 'Luces rojas'. Cortés sigue demostrando que es un excelente director a la hora de confeccionar y planificar escenas y dotarlas de movimientos de cámara elegantes y precisos. Pero en este caso parece encontrarse un tanto desorientado, al igual que lo está el personaje principal de la película, interpretado por un Cillian Murphy que saca partido a su natural cara de asombro al encontrarse metido en semejante embrollo. Otra vez parece que nos encontramos frente a una figura desvalida frente a unas circunstancias adversas, solo que en esta ocasión la acción se encuentra planteada en torno al choque entre dos supuestas entidades representativas del bien (Murphy) y del mal (De Niro). De todas formas, no nos engañemos: lo peor de 'Luces rojas' no son las ínfulas, ni el desubicamiento que provoca en el espectador. Su punto débil es el guion, lleno de inconsecuencias y de trampas que se ven a la legua, vacío e intrascendente y coronado por un final de "efecto sorpresa" que provoca un poco de sonrojo. Una pena que, tratándose de una película que critica los fraudes y a los falsos predicadores de la fe, uno salga con la sensación de que le han tomado un poco el pelo.

    A favor: Todo el segmento protagonizado por Leonardo Sbaraglia, meticulosamente planificado.

    En contra: La sensación de que Cortés ha perdido la oportunidad de lucirse.

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