Esto sí es el viaje más raro del pop. Stephen Duffy tiene una historia que es como para no creérsela, pero para mitigar la incomprensión del mundo -y hacer justicia a su legado- ha llegado este filme. Primero de todo fue fundador de Duran Duran, cosa que ya tiene su miga (y su delito; aunque en su descargo estos eran unos primeros DD, mucho más arties y Bowie-punks). Luego su talento para el hit le convirtió en estrella pop e ídolo teen, empujándole al Top Of The Pops y convirtiendo su “Kiss me” en #4 en las listas inglesas; y su nombre en Stephen “Tin Tin” Duffy. Duffy se cansó rápidamente de los laurelillos de popstar (así como de lo de “Tin Tin”), y se lanzó a una carrera como orfebre del pop bonito junto a The Lilac Time, mientras los periodistas musicales reían y las radios se carcajeaban. Que se equivocaron lo demostró Duffy canción a canción, pero nadie le perdonaría jamás lo de “Kiss me”. Y eso es la historia de Memory & desire: una constante búsqueda de la belleza, un reclamar gusto en un mundo que ni escucha ni siente, un zapatazo en la mesa que dice “Mis intenciones van en serio”, como aquel disco de Elvis Costello. Rechazando el olvido, componiendo en la cara de la mofa y el insulto, Duffy nos guía a través de un memorable y documentado paseo por la nostalgia, la memoria, las influencias altas y los fracasos silenciosos.