El guionista René Goscinny y el dibujante Albert Uderzo nos vinieron contando desde su primer álbum en 1959 que en el año 50 A.C., estando prácticamente toda la Galia ocupada por los romanos, tan sólo una pequeña aldea poblada por unos irreductibles galos resistía todavía frente al invasor, gracias a una potente y secreta poción mágica y al arrojo de sus héroes Astérix y Obélix. Desde su primera aparición, los invencibles galos han vivido sus aventuras en 35 álbumes publicados (26 bajo la firma de sus dos creadores originales y 8 firmados por Albert Uderzo, sucedidos en el último por Jean-Yves Ferry y Didier Conrad) traducidos a 107 lenguas, además de estar presentes en ocho películas de animación en 2D y en cuatro películas de imagen real, a las que se une ahora la novena película de animación, que bajo el título "Astérix: la Residencia de los Dioses" los lleva al 3D, en una cinta co-dirigida por Louis Clichy y Alexandre Astier - que también la escribe - y producida por Snd y M6 Studio, con animación del estudio Mikros Image.
Con el recuerdo más reciente de las películas de imagen real, que fueron de mal en peor y fueron incapaces de reflejar la esencia de los tebeos, la adaptación realizada por Louis Clichy y AlexandreAstier resulta un agradable soplo de aire fresco que restituye a los personajes la dignidad perdida en el cine y los traslada a la pantalla con el respeto y el acierto que merecen. Visualmente los personajes y los escenarios de los álbumes de Goscinny y Uderzo son llevados a la pantalla en esta ocasión con gran verosimilitud, logrando trasladarlos a las tres dimensiones de un modo en que son plenamente reconocibles, y narrativamente se hace respetando la historia original y el ritmo de sus viñetas y, sobre todo, velando por transmitir el espíritu de los álbumes y aquello que los hacía tan característicos y populares, incluyendo los juegos de palabras, los anacronismos y las referencias históricas y culturales ; no en vano, Louis Clichy ha aprendido en Pixar (Wall-E, Up) y eso se nota en la factura de la película.
Es relativamente reciente la adaptación al cine de otros célebres personajes del tebeo como son Mortadelo y Filemón; en esa ocasión Javier Fesser se lanza con valentía a adaptar los personajes al cine creando una historia nueva para ellos, mientras respeta plenamente el espíritu y los rasgos característicos de los tebeos de Ibáñez. No van tan lejos Clichy y Astier, que optan por adaptar el álbum nº17 del dúo Goscinny-Uderzo, si bien saben hacerlo con un savoir-faire que ninguna otra adaptación había logrado antes.
La historia sigue fielmente, con ciertas adaptaciones más contemporáneas con el público de hoy, lo que se narra en el tebeo: Julio César, viendo la imposibilidad de vencer a los galos mediante la fuerza de las armas, idea un plan para vencerlos de una forma más sutil, mandando construir un complejo residencial de lujo para los romanos casi a las mismas puertas de la aldea para introducir en la misma la fiebre del capitalismo y esperando que sea la forma de vida romana la que acabe seduciendo a los galos. Para disgusto de Astérix y Obélix, los demás aldeanos no tardarán en caer en la trampa, y pronto se notarán los efectos en la transformación de la aldea en una especie de complejo turístico, abocado a la especulación, la uniformidad de la oferta, la inflación y la disolución de la propia identidad (más o menos como le está ocurriendo al Mercat del Born de Barcelona, donde cada vez mayor número de paradas tiene el mismo aspecto y vende los mismos demenciales zumos para turistas). Del mismo modo que el álbum del que bebe, la película efectúa una sátira social del capitalismo y los usos de la moderna sociedad occidental, capaz de hacer que los individuos renuncien a todo en favor del acomodo, del placer y de la ganancia, y construyéndose normalmente con dejadez de los derechos laborales y sociales más básicos, o incluso de la libertad; si bien el mérito de la historia está en el magnífico álbum de Goscinny y Uderzo, al menos el dúo Clichy-Astier sabe recoger el guante y narrar magistralmente la idea en el cine, convirtiendo "Astérix: La Residencia de los Dioses" en una magnífica película donde aparte del humor y los mamporros, transpira un hábil discurso social.
A destacar las ingeniosas coreografías con que se resuelven las peleas entre galos y romanos, donde a ritmo de vals y ballet los soldados parecen danzar mientras son generosamente vapuleados por Astérix y compañía, en un recurso visual donde la belleza y el humor superan a la violencia, bajo la experimentada supervisión del director de animación Patrick Delage.