La princesa, el cazador y la bruja
por Beatriz Martínez"Espejito, espejito mágico, ¿cuál es la mejor versión de 'Blancanieves' que se ha hecho últimamente?" No nos cabe la menor duda de que, si el espejito tuviera algo que decir, elegiría 'Blancanieves y la leyenda del cazador'. Es cierto que las comparaciones son odiosas, pero el estropicio que perpetró hace tan solo unos meses Tarsem Singh con su edulcorada y repipi 'Blancanieves (Mirror, Mirror)', era una tarea complicada de repetir. Y no deja de ser una pena, porque el cineasta posee una de las imaginaciones más desatadas y efervescentes del cine actual, algo que demuestra que, una brillantez visual mal encauzada, puede terminar resultando un auténtico lastre.
En semejante trampa podría haber caído también Rupert Sanders, el director que debuta con esta ambiciosa revisión del mito de Blancanieves. Sin embargo, a pesar de su todavía mirada inexperta tras la cámara, Sanders ha sabido conducir la aparatosidad de la producción a su terreno, hacia su universo personal, el que había explorado hasta el momento en spots publicitarios, videoclips y cortometrajes, y en el que ha podido dar rienda suelta a su imaginario estético: oscuridad cromática, voluptuosidad a la hora de retratar los cuerpos, tenebrismo escénico y un sentido épico de la puesta en escena. Después de plasmar estas ideas en pequeñas píldoras, consigue insuflar de todas estas características a este su primer largometraje. El resultado es una película muy potente, con una garra visual que atrapa desde las primeras escenas, y que, inesperadamente, consigue encauzar ese flujo imaginativo para que no se agote de forma inmediata (como sí ocurría por ejemplo en la última película de Tim Burton, 'Sombras tenebrosas'), sino que se va enriqueciendo a medida que avanza la película, matizándose e intensificándose dependiendo de las circunstancias: desde la concepción del personaje de la bruja-madrastra, tan terrorífico e implacable como en el fondo vulnerable (interpretado por una Charlize Theron entregada a la causa), y toda la parafernalia decorativa que la acompaña, que termina desembocando, entre toda una serie de hallazgos visuales, en su metamorfosis como una manada de cuervos convertidos en tinta negra; el trayecto episódico de Blancanieves por una serie de parajes naturales que adquieren las propias connotaciones de los personajes: El Bosque Oscuro, repleto de poderes sobrenaturales malignos, en el que reina el caos y lo salvaje, cargado de ramas retorcidas, de animales venenosos, de pesadillas convertidas en realidad (muy cercano a la imaginería de Guillermo del Toro), y el Bosque de las Hadas, luminoso y evocador, más próximo a la concepción Disneyiana que estamos acostumbrado a ver con un toque new age; hasta llegar a la batalla, a la épica guerrera, que contiene escenas tan contundentes como la carga del ejército a caballo por la playa antes de entrar en el castillo (que nos ha recodado al último 'Robin Hood') y la lucha final entre la madrastra y Blancanieves (que parecía remitirnos a 'Willow).
Resulta curioso comprobar cómo los responsables han querido en esta ocasión revestir esta versión de una mayor rudeza, alejada de los clichés que suelen acompañar a los cuentos de hadas y, por ejemplo, eliminar cualquier atisbo de romanticismo, lo que provoca que la tensión emocional que surge entre el trío que conforman Blancanieves, su amigo de infancia (Sam Caflin) y el cazador (un solvente Chris Hermsworth), sea llevada de una manera más sutil de la que estamos acostumbrados. Es una pena que a 'Blancanieves y la leyenda del cazador' se le pueda reprochar dos males con los que conviven muchas películas confeccionadas bajo la sombra de un creador visual muy impetuoso: la falta de sentido del humor (la película se toma demasiado en serio y ni siquiera el contrapunto cómico que le aportan los siete enanitos consigue revertir esta sensación), y que el peso de la forma está tan definido en cada secuencia que en ocasiones logra eclipsar a la propia narración.
En cualquier caso, 'Blancanieves y la leyenda del cazador' se convertirá en un auténtico disfrute para aquellos escépticos que crean que en materia de reinvención fantástica y en exploración del territorio de lo mítico está todo dicho.
A favor: Charlize Theron y la potencia visual de la película.
En contra: Que pueda ser acusada de refrito de referencias cuando cuenta con una personalidad propia.