"...te he visto por dentro y no brillas así" parece que cante Malú a esta diva historia.
¿Qué haces con 108 minutos de aburrimiento, desasosiego, movimientos repetitivos y monótonos que se mueven en constante pésimo círculo que no te dicen nada aparte de anular toda la atracción sublime y espectacular de esos interesantes y deslumbrantes 20 minutos de comienzo? ¿Debo sentirme complacida porque lo intenta compensar con un cierre que se acerca a la maravilla de inicio pero que, llegados a ese punto de asfixia penetrante en todos tus sentidos y agotamiento mental por no compartir información ni conocimiento sobre el personaje protagonista, ya no motiva ni atrae ni provoca reacción alguna más que un esperado cierre para descansar de tanta inutilidad perceptiva? ¿Se puede vivir sólo de belleza estética y maravilla visual sin contenido cognitivo que lo complemente, sin combustible que lo recargue para que no se estanque en una pesadez rutinaria que ni convence ni sugestiona ni provoca sensaciones más allá de perder a sus adeptos esperanzados, cuya esperanza ya aniquilada sin compasión, remedio o solución de mejora nunca será redimida?
Porque, durante la sesión interminable de conducción en furgoneta e interrogatorio direccional para elegir a la víctima-candidato del menú reservado para estómagos de otro mundo, he echado de menos a una "Species" que con más cuerpo material y un estilo más mundano, básico y terrenal, no tan altivo ni trascendental, ofrecía más acción, chicha, adrenalina y emoción que todo este torpedo filosófico de miras visionarias que se mira el ombligo continuamente pero, sólo ella lo encuentra, porque al resto ¡ni nos va ni nos viene!
¿Cómo cargarse una buena idea subversiva, de potente pronóstico, nacimiento explosivo y previsora seguida hechizadora cuya originalidad se desvanece por abusar del misterio de no compartir, por encerrarse en sí misma y matar toda perspectiva interesante, por exceder los límites de esa curiosidad espontánea surgida inicialmente por saber y profundizar más en ello que no son satisfechas, por no saber manejar ni sacarle beneficio a su propia creación?
Un alien que utiliza la piel humana para encubrir su identidad y que va buscando presa inocente con la que aumentar sus reservas de alimento y nutrición para su especie, argumento nada novedoso ni original por otra parte, que intenta desmarcarse con una presentación portentosa, plasmación sutil-elegante-deliciosa que no tiene más y, la verdad, uno se cansa de observar la belleza física si no hay inteligencia de fondo que la complemente, mejore o perfeccione, un ver desfilar a la guapa Scarlett Johansson sin nada que decir, sin guión decente que la sustente, sólo enseñando pechuga y teta, como que no, como que necesita algo más, como que si eliges a otra actriz como protagonista esta historia se pierde entre su propia nubada y tanto halago gratuito desaparece cual fantasma incompetente que se mueve sonámbulo y torpe hacia destino pasado por absurda insistencia de seguir con su paupérrimo caminar de andadura lerda, lenta, opaca e inconclusa.
¡Hasta Kim Basinger tenía más gracia, simpatía e ímpetu haciendo de extraterrestre!, ¡mira cómo están las cosas!
¡Menos caviar y más huevo y patatas fritas en el plato!, que ¡del aire místico y del vacío existencial uno no se alimenta como es debido!
Adorable confusión de apertura reforzada con imágenes exquisitas de gran impacto y asombro para el sentido de la vista, escena magistral de mirada inquietante, perturbadora y atractiva q te mantienen expectante a su evolución, sólo que ésta, al contrario que un buen videoclip en el que Jonathan Glazer es experto genio, no es rematado con calidad argumental, argucia expectativa o refuerzo adicional que altere la pesadumbre de ver sin salsa, alumbre o pasión que te incite a más.
Escocia resulta fría, gélida y distante y el intuido intento de escape hacia una previsible transformación humana de sentimientos y afecto se queda neutralizada ante un moribundo cuerpo que vive de la genialidad creativa de su principio y final pero..., ¿de qué me sirve un bocadillo cuyo primer y útlimo bocado es suculento pero todo su interior es desaborido, neutro y ciego?
Lo dicho, déjate de tanto estilismo, altivez y grandilocuencia anímica y da más material y sustento con el que entretenerse pues, la sencillez, en ocasiones, es un valor al alza, acá no visto ni de lejos por un presuntuoso director que tuvo una idea de embalaje artístico soberbio pero se olvidó de rellenarla con algo más que un bonito traje de hermosa presencia que no sabe comunicar ni dialogar ni tender un puente con el espectador para invitar a una aventura de teoría apetecible pero práctica cansina, apetencia descafeinada de obvias carencias y donde encarar la pantalla con mira para los ojos, olvidándose del resto de los sentidos, es jugársela a una carta rancia que tiene las de perder pues deja coja y con hambre a la concurrida audiencia meditando la insistente pregunta..., ¿el libro será tan soporífero?