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    En tercera persona
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    En tercera persona

    El escritor y sus criaturas

    por Israel Paredes

    Con En tercera persona, tres años después de Los próximos tres días, Paul Haggis entrega una película en la que parece regresar a sus inicios, a Crash (Colisión), en cuanto al juego con las historias cruzadas. Pero esta vez no lo hace como vehículo para realizar una mirada social poliédrica sino para hablar del proceso de creación, de las conexiones entre realidad y ficción y, sobre todo, en un cierto tono autoreferencial, alrededor del papel del creador ante sus personajes y su realidad.

    Por un lado tenemos a un escritor norteamericano, Michael (Liam Neeson) que intenta escribir su nueva novela en una habitación de un hotel en París cuando recibe la visita de Anna (Olivia Wilde), su joven y caprichosa amante; a la par, mantiene ocasionalmente conversaciones telefónicas con su ex mujer, Elaine (Kim Basinger), quienes intentan olvidar un trauma del pasado. En segundo lugar, en Nueva York, Julia (Mila Kunis) trabaja en la limpieza de un hotel mientras se enfrenta a un juicio por irresponsabilidad con respecto a su hijo ayudada por Theresa (Maria Bello), su abogada, en el litigio con Rick (James Franco), ex marido de Julia. Por último, Scott (Adrien Brody) es un pequeño hombre de negocios que, en Roma, se encapricha, extrañamente, de Monika (Moran Atias), una gitana que guarda algunos secretos.

    Mediante las tres historias Haggis construye una película de aliento internacional, y aunque la elección de las tres ciudades no es demasiado original, sí funciona en el momento en que Haggis muestra todas las cartas y entendemos las conexiones que existen entre las tres historias. Porque, evidentemente, todos los personajes acaban estando unidos por algo. Pero este algo, por fortuna, no se encuentra en la extendida idea de los últimos años de la conexión humana más allá de fronteras, sino que responde a una idea de la creación en la que dos de las historias son extensiones de otra; es decir, esas dos narraciones son creaciones en tercera persona de la otra. El juego de Haggis funciona salvo en el excesivo metraje de la película, el cual conlleva un desequilibrio en el ritmo bastante acusado.

    Consciente de la complejidad de la idea, Haggis apuesta por una puesta en escena común para las tres historias para no desvelar mediante el estilo más allá de lo necesario. Este sentido unitario viene acompañado por un trabajo visual elegante, quizá convencional, pero totalmente operativo en el que nada desentona aunque nada realmente destaque. Quizá consciente de que cuenta con un elenco lo suficientemente bueno para dar consistencia y credibilidad a los personajes, Haggis permite que sean los actores quienes sostengan la película.

    Dejando de lado el componente melodramático de En tercera persona, abusivo en muchos elementos, rozando lo histérico en más de un momento, lo verdaderamente interesante es la idea que lanza sobre los límites de la creación, sobre la manipulación de la realidad en su reconversión en ficción y, sobre todo, en cómo un creador (como muchos espectadores) puede llegar a confundir ambas esferas. Del mismo modo, el uso de la creación como vehículo para superar un trauma mediante su catártica escritura, aparece en la película de soslayo, si bien no acaba de tener un buen desarrollo, más sugerido de manera tangencial. Haggis, quizá en un análisis personal como creador, puede ser, ha intentado indagar con su película en el proceso creativo no solo a nivel argumental, sino también a través de esa construcción a tres bandas que, sin ser original, funciona a la perfección en relación a sus intenciones. Lástima que para ello haya recurrido a una base narrativa excesivamente melodramática y que algunas cuestiones de las tramas resulten a la larga poco, o nada, creíbles.

    Lo mejor: Los actores.

    Lo peor: Su excesivo metraje y que Haggis no controla en determinados momentos el componente melodramático de la historia.

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