Recorriendo los pasadizos del syfy juvenil
por Beatriz MartínezLas sagas juveniles. Últimamente todas tan similares entre sí. Romances imposibles en mundos distópicos, aventuras incesantes y peligros sin fin, sociedades maléficas que pretenden controlar el destino de los pobres protagonistas… El patrón se repite de manera incesante utilizando las más mínimas permutaciones para diferenciarse. Los juegos del hambre, Divergente, Cazadores de sombras, The Host, Hermosas criaturas… algunas no están del todo mal, otras no hay por dónde cogerlas, pero lo curioso es que han terminado generando su propio subapartado dentro del género fantástico.
¿Qué aporta en este contexto El corredor del laberinto? Lo más llamativo: No hay excusa amorosa, lo cual permite que nos concentremos más en la peripecia en sí. Además, está protagonizada casi en su mayoría por chicos, y lo que es más sorprendente, son jóvenes que no parecen estar diseñados para convertirse de manera instantánea en ídolos de masas. Hasta ahí todo bien.
Concepción del argumento: Un grupo de chicos que no recuerda nada de su vida pasada va apareciendo en un claro de un bosque al que van llegando poco a poco sin saber cuál es su misión específica.
Concepción del espacio: Una zona al aire libre arbolada donde los muchachos han construido su hogar y se dedican a optimizar los recursos naturales que tienen a su alcance. Y una puerta que da acceso a un laberinto.
En principio todo parece muy básico, pero en realidad es tan complejo que toda la primera media hora de película está dedicada íntegramente a explicar las normas, el funcionamiento de todo ese tinglado y, sobre todo, a ir exponiendo los enigmas y las incógnitas que mantendrán la tensión durante el resto del metraje.
Quizás, lo más interesante de El corredor del laberinto, lo que la hace diferente al resto, es que se aleja desde su concepción de los moldes prestablecidos y sí consigue generar a su alrededor un universo propio. También, porque como su mismo nombre indica, es una película muy física, en la que la parte de acción resulta fundamental para el desarrollo de la trama y consigue generar un estimulante espíritu de aventura. ¿Qué prefieres, quedarte toda la vida atrapado en una existencia cómoda pero sin esperanza o arriesgarte a luchar contra el conformismo y derribar las barreras?
Más o menos de eso va El corredor del laberinto, una película que en el fondo está confeccionada con millones de piezas de otras lugares (como suele ser habitual), que van desde Cube (VincenzoNatali, 1997) hasta El señor de las moscas (Harry Hook, 1990), pasando por Los Goonies (Richard Donner, 1985) o 1984 (Michael Radford, 1984),La fuga de Logan (Michael Anderson, 1976) y hasta la propia leyenda del Minotauro. El batiburrillo referencial está garantizado, aunque ese sentido del déjàvu, no impide que sea igualmente disfrutable.
El director novel Wes Ball construye un sólido entretenimiento lleno de lances y peripecias y muchos más enigmas que poco a poco se irán despejando a medida que los personajes vayan superando las diferentes pruebas de supervivencia, como si las piezas del rompecabezas fueran teniendo sentido a medida que se van abriendo los caminos del laberinto. Además, cuenta con un discurso interesante alrededor de la libertad y la necesidad de apostar por superar los retos y resulta mucho menos mojigata que los productos de su especie. Una película con el espíritu del cine juvenil de los ochenta pero que se beneficia de los nuevos y sofisticados efectos especiales, en este caso con un toque algo más vintage de lo habitual.
A favor: La dosificación de la intriga, muy bien conseguida. Que se aleje de algunos tópicos del género fantástico adolescente.
En contra: Que el final pueda no resultar todo lo impactante que se pretendía.