Retrato de la vida de una niña de 11 años al ser capturada por el ejército rebelde y sus experiencias, durante 3 años, en el mismo; un tema nada desconocido pero, no por ello, menos impactante y doloroso. Es una historia dura, de gran crueldad por lo que cuenta, de una atrocidad narrativa que si no fuera por el acierto del director sería bastante desagradable de contemplar; sin embargo, gracias a su habilidad y buena vista, no ofrece imágenes visuales de esa inhumanidad, un ahorro que se agradece y provoca mayor impresión, si cabe. Insinúa sin enseñar, menciona el peor de los dolores sin una exhibición nada necesaria, narra sin mostrar la barbarie hecha realidad, deja que sea tu imaginación la que ponga el respectivo fotograma ofreciendo únicamente la reproducción oral del mismo; incluso, dentro de tanta maldad y perversidad, puedes observar guiños, momentos de extraña dulzura y sutileza que te permiten visionar este horrible relato con una desconocida comodidad; su supervivencia y tristeza te causan una suave afinidad que te permiten quererla, seguirla en sus penurias y mantener la inevitable esperanza sin agonizar ni sufrir extremadamente en lo visto. El gran acierto no sólo es la impresionante historia, también hay una magnífica interpretación de todos ellos, una exquisita música y una muy aceptable ambientación; pero, sin duda, la gran labor y trabajo de Kim Nguyen en el guión y la dirección es el toque de gracia.