Te gustan los protagonistas, te gusta su afinidad en pantalla, te gusta la historia que insinúa el tráiler, te gusta la idea del amor y de las segundas oportunidades, te gusta la oferta recibida, la propuesta planteada..., pero no te gusta tanto el interior descubierto, el medio-engaño recibido pues no obtienes lo insinuado, pues no llegas a absorber las emociones expresadas, pues no logras recibir la emoción y aventura de un nuevo e inesperado amor; la mirada del amor se queda en tenue melancolía, apagada mirada dulce y serena, tibia y melosa de un portavoz presente en cuerpo pero anímicamente desaparecido, manifestación prolongada de sentimientos reprimidos que ya no tienen destinatario pero que no llenan ese medio vacío involuntariamente sentido, esa poco satisfactoria percepción de un romance difícilmente asimilable. Una preciosa y estática fotografía envuelve la vida de nuestra protagonista, un stand by inesperado e inoportuno que devora un intenso y vivo interior, un espíritu profundo que lucha y sobrevive, que logra no apagarse y mantener viva la luz de su esperanza todavía incandescente; todo ello magníficamente interpretado por una estupenda Annette Bening, bellamente arropada por un excelente Ed Harris, formando un exquisita pareja, lo mejor del filme sin duda alguna, que seduce por su sola presencia juntos. La historia en sí no es absorbente, no eclipsa al espectador, pues pasa del recuerdo sensiblero de una pasado a un presente morboso en tonos tristes para acabar en un dulce futuro que supuestamente satisface todas las emociones vertidas. Quédate con la pura e inocente mirada de Annette, con la bella y elegante presencia de Ed, con su perfecta armonía delante de la cámara, con la insinuante fotografía que les envuelve..., y no mires mucho más; el argumento sólo se sostiene por ellos, por su expresiva aportación individual pues su peregrinación por aguas románticas no está bien arropada por diálogos y escenas que confluyan y logren crear la explosión emocional prometida. La falta de solidez y credibilidad del guión, la ausencia de un vertiginoso relato que emocione e impacte por igual es perceptible y notable; bonita y encantadora por la sensibilidad vertida, aunque poco cautivante, menos gratificante de lo esperado. La mirada del amor se queda en suave y corto vistazo, ojeada ligera y momentánea que no provoca ni enamora intensamente, sólo encandila levemente a un espíritu que pone, voluntariamente, más de su parte para así adornar lo percibido, embellecer una pintura que no ha logrado hechizar tu romántica mirada.