El gore más arty
por Beatriz MartínezEn 1980 William Lustig convulsionaba el cine de terror y Serie B con una película sobre un serial killer especializado en arrancarles la cabellera a sus víctimas. Un estilo sucio, un marcado acento underground y un poco de gore, fueron los principales ingredientes de esta cinta que se convertiría en un clásico del género. Ahora, Alexandre Aja y su colaborador Grégory Levasseur, después de hacer algo parecido con otras películas cumbre de los setenta y los ochenta, como Las colinas tienen ojos de WesCraven o Piraña, de Joe Dante, se han dispuesto a revitalizar esta pequeña película que tanta influencia tuvo en ellos mismos a la hora de filmar, por ejemplo, Alta tensión (2003).
En esta ocasión, ambos se han encargado de adaptar el guion y de producir la película, pero el trabajo de dirección se lo han dejado a Franck Khalfoun, con el que ya colaboraron en Parking 2 (2007). El nuevo Maniac conserva toda la insania y la locura del original, pero formalmente se encuentra mucho más pulida y cuidada. No queda atisbo de la sordidez expresiva de la que hacía gala aquél filme que casi se inscribía dentro de la explotation, sino que aquí los moldes parecen querer inscribirse dentro del cine independiente con un toque de sofisticación estilística. Eso sí, los niveles de perversión moral, continúan intactos, así como la historia de parafilia que vertebra la narración.
Una de las más notables novedades del Maniac de Franck Khalfoun es sin duda el estar contada desde la mirada del asesino, utilizando prácticamente en todo momento la técnica de la cámara subjetiva. Un mecanismo formal muy arriesgado que encuentra sus mejores momentos en las set pièces que corresponden a los asesinatos, y que flaquea especialmente cuando se intenta establecer una relación entre el asesino y el entorno que le rodea a través de su imaginación perturbada.
A pesar de algunos ligeros desequilibrios, la película consigue erigirse como una muestra de cine de terror bastante atractiva por sí misma, sin necesidad de ser comparada con el original del que procede. Está muy hábilmente dirigida, la puesta en escena resulta de lo más elegante para un film de estas características, con una banda sonora de Rob que se ha convertido en una pieza de culto, y con una serie de escenas con una fuerza que se quedan adheridas sin remedio en la retina. Una sorpresa encontrarse con películas que siguen apostando por la revitalización del género de terror desde perspectivas inesperadas.
A favor: La belleza perturbadora de Nora Arnezeder. Casi no se puede creer.
En contra: La historia que la sustenta sigue siendo muy flojita.