Soledad, una gran y tormentosa soledad acompañada de enorme amargura -tan dolorosa en su contenido como fugaz en su visión- es lo que muestra este relato a través de la figura, los ojos de un niño que sobrevive a su propio destino, a una dura y fatigosa vida de gran pesadumbre y constante dificultad; ferocidad y atrocidad en la visión de un alma abandonada que sólo reclama un poco de amor y compañía, perdidos sentimientos a los que no logra dar alcance por mucho que se esfuerce o, simplemente, los merezca. Con una tierna y emotiva interpretación de Mottet Klein, la historia de este azotado chaval te desgarra e impacta por dentro -como lima que va desgastando, a la vez que puliendo, lentamente tu alma-, te cautiva y seduce sin compasión y sin remedio, le acompañas inevitablemente en su largo y duro recorrido, en su desesperada búsqueda de algo de ternura y cariño a lo que aferrarse. Con imágenes vivas y naturales, de fantástico realismo y de gran afinidad para con el espectador, para con tu esencia más sensible no puedes evitar -ni quieres hacerlo-, el quererle al instante, preocuparte por él y sobrevivir junto a él en cada amargo día y en cada injusticia dialéctica sufrida por sus seres más queridos -todo desde el minuto uno-. Cine de devastadores y profundos sentimientos ocultos, de grandes emociones fuertemente arraigadas en lo más hondo de tu ser, realizado con gran acierto y maestría por su enorme motivación y empeño en no dejar de saber de su protagonista, de su día a día y de una supervivencia dificultosa y muy amarga. Delicada en su dureza, dolorosa en su escasa ternura te perfora lentamente en su caminar viviendo completamente el personaje y olvidándote de ti; sencillamente, lo que se le pide a una película!!!