Dos cabalgan juntas
por Suso AiraDe un tiempo a esta parte se está produciendo un fenómeno que, no siendo exactamente nuevo, sí que parece haberse convertido en el trending topic de la comedia moderna, no únicamente norteamericana. Se trata de los cambios de roles en la ejecución de la vertiente más gamberra y descerebrada del humor cinematográfico. Lo que hasta la fecha parecía coto reservado para los Will Ferrel de turno o los chicos de la cuadrilla de Todd Philips, es ahora algo así como el casting de una película de George Cukor pero con mayor atención por las ventosidades, los eructos y los más diversos fluidos que por la elegancia, el vestuario de Travis Beaton y las réplicas (mordaces también) en un decorado de lujo.
Lo dicho: no es algo fruto de este siglo XXI de paridades genéricas (por la acepción sexual de género); ya existieron desde siempre cómicas y caricatas deslenguadas (de Mae West a incluso Goldie Hawn en sus buenos tiempos). Y tampoco es una moda genuinamente made in USA auspiciada por Paul Feig (los Farrelly o Roger Kumble ya la utilizaron con Cameron Diaz de estrella): ahí tenemos varios ejemplos franceses o la muy reciente y española Cómo sobrevivir a una despedida de Manuela Moreno. Mejor… solteras prosigue esta estela de intercambio de roles, tal como el cine los había marcado, siendo casi como un muestrario de las películas firmadas por Paul Feig para sus chicas (Melissa McCarthy, Kristen Wiig…) o una consecuencia del salto al protagonismo en la gran pantalla de humoristas chicas como Tina Fey, Amy Poehler o Amy Schumer.
Podría verse esta adaptación de una popular (entre el público femenino) novela que le daba la vuelta al rollo de autoayuda y a esas otras derivadas ficcionalizadas con treintañeras y demás en crisis (sí, de Bridget Jones a cualquier otra mujer desesperada), como una comedia más que intercambiara solamente los personajes masculinos por los femeninos, pero no. La gracia de la mayoría de estas propuestas, e innegablemente la de Mejor… solteras, es que ante todo, bajo su humor ajustadamente zafio y sus situaciones desmadradas, retrata de una manera muy lúcida y con conocimiento de causa el universo de la mujer contemporánea. Podremos reírnos con ese juego entre la desprejuiciada y destroyer amiga tratando de resetear en le ligoteo y la juerga a su amiga. Lo vamos a hacer, y mucho. Pero en ese catálogo de prueba/error en el desfase se cuelan no solamente gotas de amargura sobre la soledad, o una loa a la amistad como la verdadera relación duradera y sincera, sino un combativo mensaje sobre la independencia de la mujer que para sí querrían otras películas más engoladas, con flous y lobbies feministas detrás.
A favor: Rebel Wilson, ya convertida directamente en la versión con (más) tetas de John Candy y John Belushi.
En contra: su director alemán no se entera de muchas cosas.