Músculos, tangas y sueño americano
por Paula Arantzazu RuizEn los prolegómenos de la década de los treinta, Warner Bros hacía soñar a losobreros depauperados por el crack de 1929 que era posible acceder a otro mundo,que si se contaba con unas buenas piernas y una bonita sonrisa uno/a era capaz deescalar socialmente. Fueron los años de ‘Vampiresas 1933', de Mervyn LeRoy, y ‘Lacalle 42', de Lloyd Bacon, dos cintas paradigmáticas del musical, ensoñaciones decaleidoscópicas coreografías cuyo denominador común se encuentra en la magiade Bubsy Berkley y en esa idea de escapar de la pobreza a ritmo de claqué y caídade pestañas.
Las chicas de Berkeley y los chicarrones de Steven Soderbergh en ‘Magic Mike'comparten algo más que ese ansia por el éxito económico y social. Efectivamente,el cineasta estadounidense crea un musical en total consonancia con la crisiseconómica actual: casual o no, el Magic Mike protagonista de la cinta, interpretadopor Channing Tatum -sobre cuyas vivencias personales se ha basado la película-,trabaja de día como peón de la construcción en Tampa, Florida, escenario, casualo no, del pasado congreso ofrecido por el Partido Republicano donde se escogióla candidatura de Mitt Roomney para competir en las próximas eleccionespresidenciales; de noche, sabemos que su ocupación consiste en alegrar a lasféminas quitándose la ropa y quedándose como Dios le trajo al mundo. Pero adiferencia de las vedettes de la Gran Depresión, nuestro Magic Mike aspira a ser unreconocido diseñador de muebles, aunque la sociedad sólo reconoce y paga las mily una posibilidades de su físico.
En este sentido y continuando la analogía con los musicales de los 30, Soderberghconsigue hacer primero de su largometraje una celebración del cuerpo enmovimiento, del fervor hedonista, de la lujuria, ¿por qué no?, y de la seduccióna golpe de cadera. La realización queda a años luz de las filigranas de Berkeley ysus colegas, pero Soderbergh, ¡quien lo diría!, siempre tan aséptico y distante consus criaturas, sabe ofrecer el placer cinético que un trabajo así necesita, exige. Elprólogo es determinante y nos avisa de los claroscuros de la película: Dallas, elpersonaje interpretado por un poderosísimo Matthew McConaughey, es mostradoal espectador en contraluz, entregado a un público femenino que sólo busca elcontacto efímero, un brutal impacto, sin embargo, superficial.
Otro de los logros del trabajo es su condición de nueva piedra de toque en elcorpus representacional del sueño americano. ‘Magic Mike' es la historia deun ascenso y una caída, el clásico relato estadounidense de hombres forjadosa sí mismos, pero en vez de gracias al petróleo, merced el buen hacer de suspantorrillas. Debido a esa honestidad, el largometraje gana muchos puntos: no haymiedo al exhibicionismo, a lo feo (ese tono naranja que cubre toda la película), ala poca elegancia que se le supone a ganarse la vida meneando el culo. Un acierto,así pues, que el guión de Tatum y Reid Carolin no evite tabúes, aunque tampocose libra de lugares comunes. En última instancia y para finalizar, ‘Magic Mike'consigue dos objetivos nada desdeñables: filmar como nunca se ha filmado unbackstage masculino, amén de recuperar para el imaginario del país de las barras yestrellas la perversa vinculación entre cuerpo y capitalismo. Entre dólar y tanga.
A favor: ¡Matthew McConaughey! Está de Oscar.
En contra: La trama romántica.