La Noche más Oscura (Zero Dark Thirty, USA, 2012), de Kathryn Bigelow.
Las películas precedidas de polémica, generalmente orquestada por sus propios creadores, entrañan una dificultad adicional para su análisis: desgranar lo que ya se viene diciendo de ellas, de lo que realmente es la esencia, o al menos la impresión al abandonar la sala donde se proyecta. Respecto a este trabajo de la realizadora Kathryn Bigelow, hemos podido escuchar o leer que se ha accedido a información aún clasificada para confeccionar el guión, que ha habido que rehacerla, lo cual es obvio a la vista del último episiodio de la búsqueda del lider de Al Qaeda acontecido en mayo de 2011, que si los republicanos se quejaron de que el estreno en plena campaña electoral podía condicionar el voto... Luego vienen las especulaciones. Como parece haber sido mencionada para algunos de esos premios que muchos agoreros utilizan para tratar infructuosamente de vaticinar las nominaciones a los oscars, más conocidos, ya la condenamos o la mitificamos de antemano. La tachamos de manipuladora, nos dejamos llevar por los prejuicios o por nuestra concepción de previos trabajos de la realizadora, por la temática... y todo esto sin verla. ¿Que nos queda? ¿para qué vamos al cine si somos todos tan listos y ya sabemos de antemano lo que hay?.
Pues bien, no es que la filmografía previa de Bigelow esté plasmada de obras maestras precisamente, pero tampoco es tan nefasta como muchos afirman. Que sea una mujer atractiva y nos dé cierto morbo ver sus “pelis cañeras”, tampoco es exactamente un argumento de peso para valorar su cine. La literatura crítica de este país, durante los 80 y 90 ha sido demoledora a la hora de valorar sus actioners. En cualquier caso su obra es seca, dura, directa y aunque a veces se pierda en ciertos golpes de efecto fácilmente perceptibles, la estilizada sensación adrenalínica que desprenden sus films le otorgan mucha vida e interés. Los esbozos empleados para retratar a sus personajes, suelen ser efectivos. Por ejemplo el Lenny (Ralph Fiennes) de Días Extraños (Strange days, USA, 1995), es un gran personaje, también lo es el Bohdi (Patrick Swayze) de Le llaman Bohdi (Point break, USA, 1991). La entrada de la directora por la puerta grande, oscar incluido, con En tierra Hostil (The Hurt Locker, USA, 2008), se salda de una manera un tanto sobrevalorada, pero con cierto poder de convicción, el que logra en la tensión dramática del día a día de una profesión como la de artificiero en Irak. Lástima la insultante indefinición del personaje principal.
Polémicas y/o campañas aparte, prejucios y opiniones previas aparte, el visionado del proceso de búsqueda y ejecución de Osama Bin Ladden, según Mark Boal y Kathryn Bigelow, proporciona un espectáculo sensacional. Tres horas de sucesión de información compleja que transcurren como una exhalación, arrojan un saldo estimable. El ritmo, el interés que desprende este retrato de candente actualidad, es asombrosamente notorio. Otra cosa es si permeanecerá igual con el paso del tiempo. Las películas que tratan de ser rabiosamente actuales, en ocasiones se quedan estancadas, como atrapadas en su momento. Habrá que esperar el trato que le dispensa el devenir de los años.
Bigelow realiza un fascinante uso del tiempo y el espacio escénicos. La sesión de interrogatorio inicial en el segmento del grupo saudí, o en la entrada a la casa de Pakistán en la impresionante media hora final, reflejan madurez y sabiduría. Pero donde realmente triunfa la película es en el retrato de Maya (excelente Jessica Chastain), una agente de la CIA reclutada desde muy joven que, de acuerdo con la política post 11-S de curtir y dotar de experiencia a los agentes noveles, es enviada a la primera línea de la lucha antiterrorista, aunque más bien de represalia, emprendida por un país que ha sufrido el mayor atentado de su historia. Los implacables interrogatorios, exentos de garantías, atentatorios contra la más elemental dignidad humana, el cruce de información obtenida de los detenidos y confidentes, la persecución de qualquier línea de investigación por muy endeble que sea, el cambio de protocolo que conlleva la sucesión presidencial, o la burocracia que obstaculiza el trabajo de campo y el esfuerzo por tratar de entender al enemigo para así destrozarlo desde dentro, las comidas basura, los cafés cargados para soportar las largas jornadas de trabajo, suplen cualquier atisbo de vida sentimental, y consumen diez años en la vida de esta incansable agente, que se consagra obsesivamente a la implacable meta de dar con el hombre más buscado. Sin vida privada, sin otro objetivo, sin otro currículum, la película nos lleva al desgarrador final,
donde Maya, a la pregunta de a donde quiere ir en el avión que el Gobierno a fletado exclusivamente para ella, llora, no por la alegría y satisfacción del deber cumplido... llora sencillamente por no saber qué responder, pues su existencia carece de rumbo fijo, de sentido... de otro objetivo vital aparte del ya cumplido
.